Un ex policía municipal relata a El País cómo se convirtió en ladrón de hidrocarburo en el triángulo rojo
Redacción
De percibir dos mil 700 pesos a la quincena como policía, hoy sus ganancias a la semana como huachicolero alcanzan los 250 mil pesos.
Es la historia de un ex agente policiaco que, en una entrevista para el diario español El País, relata cómo pasó de ser servidor público a ladrón de hidrocarburo en el llamado triángulo rojo, trazada por los municipios de Acatzingo, Palmar de Bravo, Quecholac, Tecamachalco y Tepeaca.
“El señor”, como Pablo Ferri –autor del reportaje– se refiere a su entrevistado, es propietario de dos camiones y ocho depósitos con capacidad para ocho mil litros de combustible cada uno. Tiene a su cargo, además, a cuatro halcones y dos choferes que lo asisten cada vez que va a “cargar combustible” en el ducto que ordeña.
Trabaja –confiesa– o tiene relación con la banda de El Bukanas (o Buchanan’s, como escribe Ferri), conocido por ser uno de los líderes huachicoleros en la zona.
“Antes ganaba dos mil 700 pesos –135 dólares– a la quincena, ahora puedo sacar hasta 250 mil –12 mil 500 dólares– a la semana”, revela para El País.
En la conversación con el reportero valenciano, reconocido con el Premio Nacional de Periodismo de México en la categoría Reportajes, “El señor” recuerda que fue en 2014 cuando se adentró en el mundo del robo de hidrocarburo, cuando renunció como policía municipal.
“Yo empecé después. Pero ya en el medio empiezas a conocer a todo ese tipo de gente. Y cuando estás sin empleo eres vulnerable a querer ganar dinero fácil. Y te involucras. Busqué a esas personas, los conocía. Cuando eres servidor público, llegas a tener roce de familiaridad con ellos. En primer lugar les pedí ayuda y empleo. Y te lo dan. Tan fácil como (que me preguntaron): ‘¿qué tiempo llevas sin trabajo? No, pues llevo como un mes’, les dije. Me regalaron cerca de 15 mil pesos. Fue como, ‘toma, aliviánate’. Me dieron la facilidad de una camioneta. Y me dijeron, ‘¿sabes qué? Vas a trabajar con nosotros. Vas a halconear y te vas a llevar tu lana”, precisa.
Sus primeras labores se enfocaron en dar aviso a los chupaductos sobre el paso de elementos policiacos o del Ejército mexicano, en vigilar mientras el ducto era perforado.
A esa función se dedicó ocho meses, luego “subió de grado” y tuvo la oportunidad de adquirir una camioneta, bidones y equipo para ordeñar por su cuenta las arterias de Petróleos Mexicanos (Pemex), así como contratar a su propia gente.
“En el medio delincuencial vas ganando confianza y grados. Hasta que llegas a ser, no sé, ¿líder? O al menos persona de confianza”, señala para El País.

El entrevistado revela la forma en que son perforados y ordeñados los ductos de la empresa que cruzan por estos municipios, labor en la cual –asevera– interviene personal de la empresa que conoce las características físicas de las tuberías.
“Quien hace la toma, ya debe de saber cómo picar el tubo. Al principio, fuimos ayudados por personal de Pemex. Yo lo he visto. Porque el tubo está de grueso como esta mesa (se refiere al diámetro, más o menos de metro y medio). Y lleva una presión impresionante. Entonces para hacerle una perforación, lo más pequeño que es como esa pluma, una broca del tamaño de esa pluma”, explica al entrevistador.
El encargado de la maniobra en la tubería puede cobrar hasta 150 mil pesos por cada toma clandestina hecha, labor que dura aproximadamente una hora, admite “El señor”, quien ofrece más detalles de la perforación en los ductos de la empresa estatal.
“Se venden unas válvulas del tamaño del teléfono, cuadradas. Tiene una perilla, una bola de metal, que cierra y abre. Se planta en el tubo y se solda primero. Con la perilla se abre la válvula y ahí ves el tubo. Ahí se le llena de aceite. Un poquito de aceite de motor, para que no se caliente el tubo cuando se perfora con la broca. Se hace con un berbiquí, una herramienta manual, un taladro a mano. Y se va perforando.
“El tubo tiene un espesor de unos seis milímetros, como lo ancho del teléfono. Se tarda uno unos 15 minutos. El que hace la perforación ya sabe cuándo queda un milímetro para perforar. Y otra persona debe estar con una llave, bien pendiente. Porque en ese segundo que avienta la presión, o sea, vaya, puede matar a uno del golpe. Ha habido situaciones que les ha rajado la cara”, refiere frente al periodista.
En el negocio del huachicol están involucrados familiares suyos, en específico, uno de sus hijos, quien tiene 20 años de edad.
Su otro vástago, de 11 años, le ha pedido sumarse a las labores de los chupaductos, aunque él prefiere mantenerlo al margen.
En el reportaje de El País, firmado por Ferri, “El señor” aclara que en pocas semanas volverá a picar –sinónimo de perforar para él– el ducto, porque por el momento tiene dinero de sobra para no hacer nada como huachicolero.
