Bitácora

Por: Pascal Beltrán del Río / @beltrandelrio

Una forma de anticipar lo que puede suceder es voltear a ver qué ha pasado antes.

Desde 1945, el Estado de México y Coahuila renuevan su respectiva gubernatura el año anterior de los comicios presidenciales.

Es bien sabido que el PRI nunca ha perdido una elección de gobernador en ninguna de esas entidades. Por tanto, deducir qué puede pasar en las votaciones presidenciales de 2018, sólo a partir de quién gane las gubernaturas del Estado de México y Coahuila, puede ser un ejercicio fútil.

Sin embargo, hay un municipio importante en cada uno de esos estados cuyo electorado refleja, en los comicios para gobernador, la tendencia nacional que se expresa en las urnas al año siguiente.

Esos municipios son Tlalnepantla, Estado de México, y Torreón, Coahuila. Ambos tienen una población semejante, alrededor de 700 mil habitantes, más que Baja California Sur y Colima.

Desde que hay elecciones competidas en México, los votantes en Tlalnepantla y Torreón han sufragado en su respectiva elección de gobernador por el mismo partido o coalición que, un año después, ganará los comicios presidenciales.

¿Por qué? Es probable que su población tenga una composición socioeconómica semejante a la del resto de la República.

Por lo que sea, el domingo 4 de junio valdrá la pena observar no sólo los resultados a nivel estatal en Coahuila y el Estado de México sino aquellos que se den en Torreón y Tlalnepantla.

En 18 años, sólo ha habido una excepción a la regla: el PRI ganó por estrecho margen la elección de gobernador en Torreón en 1999 y luego perdió los comicios presidenciales del año siguiente.

Fuera de ese caso, la regla es precisa. El PAN ganó las votaciones para gobernador en el municipio lagunero en 2005 y retuvo la Presidencia en 2006. Seis años después, el PRI ganó en Torreón y regresó a Los Pinos al año siguiente.

En Tlalnepantla no ha habido excepciones. Acción Nacional se llevó las elecciones para gobernador en el municipio en 1999 y 2005 y ganó la Presidencia en 2000 y 2006. El PRI hizo lo propio en 2011 y 2012.

Es más, los resultados en Tlalnepantla en los comicios para gobernador celebrados en 2011 reflejaron el mismo orden en que arribarían las tres principales fuerzas políticas en los comicios presidenciales de 2012: el PRI obtuvo 126 mil 357 votos; el PRD 48 mil 847, y el PAN, 42 mil 544.

Por supuesto, la historia no se repite necesariamente, pero el comportamiento del electorado de esas dos demarcaciones ha seguido tendencias marcadas.

El escenario pudiera alterarse por un fenómeno nuevo: la aparición de Morena, que disputará con el PRD una franja importante del voto.

No faltará quien diga que el apoyo nacional para Morena difícilmente se reflejará en cómo voten los ciudadanos en Torreón el domingo 4 de junio, pues la presencia de la izquierda en Coahuila ha sido marginal en años recientes.

Eso es verdad, pero también lo es que ningún candidato presidencial desde 1994 ha llegado a Los Pinos sin ganar Coahuila y otros nueve estados (Aguascalientes, Baja California, Colima, Chihuahua, Jalisco, Querétaro, San Luis Potosí, Sonora y Yucatán).

Lo mismo sucede, por cierto, con los dos municipios mencionados: Tlalnepantla y Torreón.

 

Buscapiés

En los tiempos del partido único, ser elegido gobernador antes del destape del candidato presidencial podía significar problemas. Los gobernadores solían ser designados por el Presidente en turno y nada garantizaba que los mandatarios estatales se llevarían bien con el sucesor.

Peor podía ser para los gobernadores que tomaban posesión apenas un año antes de la asunción del nuevo Presidente. Fue el caso del general Ignacio Cepeda Dávila, elegido en 1945, unos meses antes de que Miguel Alemán Valdés se convirtiera en candidato presidencial del entonces llamado Partido de la Revolución Mexicana, hoy PRI.

Es público que Cepeda nunca se llevó bien con Alemán ni fue aceptado por los representantes de éste en el estado de Coahuila. El 16 de julio de 1947, cuando llevaba año y medio en el cargo, el gobernador tuvo una reunión con el Presidente en la Ciudad de México. Dicen que salió de ella contrariado. Seis días después, el general se mató dándose un tiro en la cabeza. Los hechos de hace ya casi 70 años nunca han quedado claros.

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