La evaluación docente, ¿imposición del INEE o instrumento para mejorar la educación en nuestro país?

 

Plumas Ibero Puebla

Por Laura Angélica Bárcenas Pozos

Hace ya algunas semanas se relevó de su cargo como presidenta de la Junta de Gobierno del Instituto Nacional de Evaluación para la Educación (INEE) a Sylvia Schmelkes, quedando en su lugar Eduardo Backhoff, quien seguirá ocupando un lugar en este mismo órgano colegiado. Hago esta aclaración de inicio ya que, cuando se dio a conocer la noticia, aparecieron diversos artículos de opinión, dejando ver que Schmelkes ha hecho un desastroso papel como presidenta de la junta de gobierno del INEE; de igual manera, aunque en menor número, se publicaron otros que defendían a la ex presidenta, haciendo ver que no se podía matar lo que ya estaba muerto.

Así que durante los siguientes días, aprovechando que tengo contacto con muchos profesores de educación básica y media superior, me dediqué a preguntarles qué pensaban sobre la evaluación que el INEE a través del servicio profesional docente está llevando a cabo y en este breve artículo reporto algunas respuestas.

 

Eduardo Backhoff y Sylvia Schmelkes, del INEE. / CUARTOSCURO
Eduardo Backhoff y Sylvia Schmelkes, del INEE. / CUARTOSCURO

Los temerosos

Primero encontré un grupo al que llamaré “los temerosos”. Uno de ellos respondió así a mi pregunta: “bueno, es que la evaluación no está contextualizada, quieren evaluarnos a todos igual y pues eso no se puede, no es lo mismo, los profesores que están en la ciudad tienen todo y los que están en comunidades alejadas casi nada. Yo quiero que me vayan a ver a mi centro de trabajo, estoy solo(a) y tengo que hacer todo”. Eso es una realidad, pues el modelo mexicano de escuela multigrado es prácticamente, abandonar al maestro a su suerte y además de cumplir con su función docente tiene que hacerla de director, intendente, administrativo, gestor, todo por el mismo salario.

Uno de estos profesores agregó: “aunque a mí ya me llamaron y salí bien (lo dice con orgullo) en la evaluación, lo que sí es que está muy desorganizado todo y pues llegaron los resultados muy tarde, pero ya sé en qué no salí muy bien, pero la verdad con lo que he aprendido aquí (se refiere a la maestría), pude responder bien la evaluación y no estuvo tan terrible como me habían dicho”. A la pregunta expresa de si había recibido alguna retroalimentación me dice que no, entonces le pregunto cómo sabe en qué no salió bien y me dice que le enviaron sus resultados por correo, a lo que dijo: “no sé por qué nos han metido tanto miedo, la verdad es un examen largo y parece confuso, pero la verdad, es pura lógica y aplicar lo que ya sabemos”. Ante ello le pregunté si cree que es necesaria la evaluación, a lo que respondió, después de tomarse algunos segundos para pensarlo: “pues creo que sí, la verdad es que conozco un montón de gente que es bien zángana en el medio”.

 

Los cínicos

Otro grupo los formaron “los cínicos”. Los llamo así porque no temen a la evaluación, pero tampoco saben bien qué hacer con ella. Por ejemplo, una docente de esa fracción me responde: “a mí no me han llamado, pero yo ya dije que si me llaman, pues que me llamen, voy y presento el examen y si repruebo y si me sacan, pues que me saquen, dicen que nos quieren sacar a todos, pues que me saquen, ya trabajé unos buenos años y he vivido bien, así que pues ya me puedo ir a hacer otras cosas”. Le explico que no los quieren “sacar” a todos y menos a los que están haciendo bien su trabajo, entonces me platica que ella heredó una plaza y que no estudió para maestra, pero que le ha encontrado el gusto a lo que hace y como sabe que tiene que aprender a dar clases se inscribió a la maestría; relata que lleva 10 años dando clases de inglés, que empezó impartiendo química, pero después la ubicaron adecuadamente y desde entonces ha disfrutado la docencia. Le cuestiono sobre qué haría de no aprobar la evaluación: “pues yo creo que no salgo mal, tengo experiencia y pienso que puedo hacer bien el examen y además sé de lo que enseño porque estudié la licenciatura en Enseñanza del Inglés”. También le pregunto que si no le teme a la evaluación, y dice: “pues temerle, temerle, no; como le decía, ya viví muchos años de la SEP, me han pagado bien, he vivido bien y si ya me tengo que ir, sé hacer otras cosas, yo la verdad no me muero de hambre”.

 

Los críticos

El tercer grupo lo forman “los críticos”. Los nombro así porque ven en la evaluación una necesidad para mejorar el sistema educativo, se sienten agobiados con la gente que no trabaja y que tiende a bloquear a los que quieren trabajar. La respuesta de una maestra de este grupo ejemplifica su postura: “pues qué bueno que están evaluando, a mí ya me tocó y me fue muy bien, la evaluación no pregunta nada que no sepamos y la verdad estaba un poco nerviosa al principio pero cuando fui viendo las preguntas me di cuenta que sí sabía y que sí podía, después todos me preguntaban cómo me había ido y yo les decía que bien y la verdad me sentía confiada, cuando recibí el resultado no me sorprendió, porque ya sabía que sería bueno y no es petulancia de mi parte, pero cuando vine a estudiar la maestría, me quería preparar, porque dije: ‘si me van a evaluar, pues que me agarren bien preparada’ y no me esperé a que me llamaran, vine y busqué la maestría y aquí he aprendido muchas cosas que me preguntaron, pero también en la escuela y en la normal aprendí muchas cosas, así que la evaluación es lo que sabemos, o deberíamos saber los maestros”.

Después le pregunté que si considera necesaria la evaluación, a lo que respondió: “si quieren que los mejores maestros y los mejores trabajadores estén en las escuelas nos deben evaluar a todos, a los directivos, a los administrativos a todos, porque hay muchos que se dedican a todo, menos a trabajar por los alumnos, así que si ya empezaron la evaluación, que evalúen a todos para que se limpie todo lo que se tenga que limpiar”.

Aunque hubo mucho más, lo que pude ver es que los profesores comprometidos y responsables ven con buenos ojos a la evaluación, piensan que es necesaria para empezar a sanar un sistema educativo que está muy enfermo y no por culpa del INEE.

 

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