Por Guadalupe Juárez 

Nadie lo dice, pero es un dato que quizá los presentes saben o no. En Puebla cada cuatro días una persona muere por hambre, una de cada dos no desayuna antes de salir de su casa e ir a la escuela o al trabajo.

Las palabras de Felipe Pozos Lorenzini, arzobispo auxiliar de Puebla, son demoledoras. Se trata de una persona que quizá pudo haber comido parte de las mil 400 toneladas de alimentos que se desperdician en la ciudad cada 24 horas. Una persona que puede estar a kilómetros de la junta auxiliar de San Andrés Azumiatla o estar asomándose en la parroquia de La Resurreción para escuchar el mensaje de las autoridades que hoy presentan el proyecto de un hombre que había buscado desde hace tiempo implementar su modelo para combatir la pobreza alimentaria y que denominó Puebla Comparte.

Es jueves 1 de junio de 2017. El escenario está lejos de reflectores que ensalcen los logros de un gobierno o de políticos. Se escucha el llanto de un bebé que rompe el silencio o el hilo de los discursos. Las campanas de la iglesia repican pero sin dejarnos sordos. La calma de una comunidad. Los perros callejeros que conviven con los presentes.

La pobreza, las carencias, los niños que juegan entre el lodo, las mujeres que cargan con bolsas repletas de masa, materia prima para la principal actividad laboral a la que se dedican. Los caminos sin pavimentar. Las casas sobre un cerro que parecieran caerse en cualquier momento. Las personas bajo los cables de alta tensión.

Fue este escenario donde dio inicio un proyecto ciudadano, uno que se paga con inversión del estado que a final de cuentas es de los habitantes, dice su impulsor: Luis Banck Serrato, flanqueado del gobernador del estado, José Antonio Gali Fayad.

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Ese hombre que busca evitar que cada cuatro días muera una persona por hambre. Que uno de cada dos poblanos no desayune antes de salir al trabajo o la escuela.

Combatir esa hambre que debilita sueños, que detiene el tiempo para los niños, que aumenta la inseguridad.

Hace poco más de tres meses, los dos gobernantes trabajaban en este programa. Definían detalles, cruzaban datos. Armaban reuniones, dialogaban con empresarios, la Iglesia, con rectores. Sabían que un modelo podría marcar la historia de esta ciudad y, quizá, de las experiencias internacionales de combate al hambre.

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El inicio

Es 15 de febrero de 2017. Luis Banck Serrato rinde su informe de labores en otro escenario inusual: una de las colonias con mayor índice delictivo: Bosques de San Sebastián.

Allí, en un informe que rompió los esquemas tradicionales, delineó en buena medida el sueño que ayer puso en marcha.

“Como muchas familias, la mía enfrentó dificultades económicas; quiero decirles que esa experiencia me permitió entender que la adversidad no es un castigo, es una gran oportunidad para decir quiénes somos y poder crecer, (…) provengo de una cultura del esfuerzo, no del privilegio; ellos, mis padres, mis abuelos, me enseñaron que las acciones demuestran más que las palabras”, decía un alcalde despegado de cifras pomposas de logros y avances.

Luis Banck, cuyo currículo habla por sí solo de las prioridades como edil. Una formación de economista y un interés por combatir la desi-gualdad que lo llevó a implementar varios modelos y programas de políticas públicas, ya sea como funcionario público o en el Banco Mundial donde laboró y rompió con los paradigmas del pensamiento único y el neoliberalismo.

“Mientras no cambiemos nuestro modelo de desarrollo mundial y latinoamericano, que ha probado ser ineficaz para concentrar la riqueza en unas cuantas manos y destruir el medio ambiente, no vamos a poder abatir los niveles de pobreza. Las tres premisas del modelo de desarrollo actual son: competencia, exclusión social y degradación social; por eso tenemos que construir un modelo de desarrollo basado en la cooperación, en la inclusión social y en la conservación ambiental”. Ese es su ideario.

Luis Banck dice que aprendió desde hace mucho a que no puede quedarse cruzados de brazos mientras haya desigualdad.

Por eso el programa Puebla Comparte. Un modelo inédito a nivel mundial que pretende terminar con una cifra, una realidad, un problema, una tragedia, una desgracia que por sí sola dice todo:  en Puebla, cada cuatro días una persona muere por el hambre.

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