Bitácora
Por Pascal Beltrán del Río
Cerca de 47 millones de electores están convocados hoy en el Reino Unido para integrar el Parlamento número 57 en la historia del país.
La elección general anticipada –quinta que se realiza desde 2001– fue convocada en abril pasado, tres años antes de que concluyera el plazo límite de duración del gobierno.
Con ello, la primera ministra, Theresa May, buscaba ampliar la mayoría de su partido, el Conservador, que era de apenas once asientos.
Los conservadores –o tories, como se les conoce– terminaron el pasado Parlamento con 330 asientos en la Cámara de los Comunes contra 229 del Partido Laborista, que lidera Jeremy Corbyn.
Hoy las encuestas anticipan que May podría no salirse con la suya e incluso que los laboristas le arrebaten la mayoría, montados en las preocupaciones que han generado los recientes ataques terroristas.
Cuando se celebró la anterior elección general, el 7 de mayo de 2015, los dos partidos principales de Gran Bretaña tenían otros dirigentes: el conservador David Cameron y el laborista Ed Miliband.
Durante esa campaña, Cameron hizo una promesa que lo condenaría. Para atraer el voto del creciente número de euroescépticos –y evitar que éstos apoyaran al partido nativista UKIP–, el primer ministro ofreció que si los conservadores retenían la mayoría, él convocaría a un referéndum para decidir la permanencia del país en la Unión Europea.
Dicho proceso se llevó a cabo el 23 de junio del año pasado y en él, la mayoría de los electores apoyó el Brexit, es decir, la separación del bloque.
Esto llevó a Cameron a presentar su renuncia y a ser reemplazado por May –entonces ministra del Interior– como líder del partido y titular del gobierno.
A su vez, los laboristas también tuvieron un cambio de dirigencia. En septiembre de 2015, Corbyn sucedió a Miliband, quien había renunciado al cargo tras la derrota de su partido en la elección general.
Luego de la irrupción del UKIP en el escenario electoral –ganó 12% del voto aunque un solo asiento en la Cámara de los Comunes–, los dos partidos tradicionales del Reino Unido han vuelto a acaparar las preferencias de los electores.
Son 650 asientos en la Cámara de los Comunes que se disputan de forma directa en igual número de distritos (oconstituencies, como se les llama en inglés).
De éstos, 533 están en Inglaterra, 40 en Gales, 59 en Escocia y 18 en Irlanda del Norte.
País de férreas tradiciones, Gran Bretaña siempre celebra sus elecciones en jueves.
En cada uno de los 650 distritos, los ciudadanos votan por un miembro del Parlamento entre todos los candidatos registrados. Cualquier persona que cuente con diez firmas de electores puede registrarse. Sin embargo, para dar seriedad a sus intenciones de participar en el proceso, los candidatos deben depositar la cantidad de 500 libras esterlinas, que sólo les será devuelta si obtienen al menos 5% del voto.
Los parlamentarios se reúnen en un recinto donde no caben todos los elegidos sino sólo 427. Quienes llegan tarde a las sesiones, deben permanecer de pie en la entrada o los pasillos.
En cada inicio de Parlamento se elige a un miembro para que presida las sesiones. El speaker, como se le conoce, se sienta en una silla del siglo XIX llamada Sapientia, colocada entre las dos tribunas del recinto, que están destinadas, una, al partido del gobierno y, otra, a la oposición.
Ambas fuerzas ven de frente a la otra todo el tiempo, pero tienen prohibido rebasar una línea roja pintada delante de cada una de las tribunas. Los jefes del gobierno y de la oposición –separados a una distancia ligeramente mayor a la de dos espadas extendidas– ocupan un lugar en la primera fila de su respectiva tribuna, acompañados de su equipo cercano.
La soberana británica, la reina Isabel II, no tiene derecho a voto en las elecciones y tiene prohibido ingresar en el salón de la Cámara de los Comunes. Esta regla existe desde que el rey Carlos I ingresó en él, en 1642, con una guardia armada, para aprehender a cinco parlamentarios a los que quería juzgar por traición.
Por eso, cuando la reina abre las sesiones del Parlamento, lo hace en la Cámara alta, la de los Lores, donde pide permiso de entrar, en una ceremonia que representa la sumisión del monarca al poder ciudadano.
El nuevo Parlamento, que comenzará a sesionar el 12 de junio, deberá lidiar con temas espinosos, como el proceso de divorcio del Reino Unido de la Unión Europea –en marcha desde marzo pasado–, la lucha contra el terrorismo y el separatismo escocés.
