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Los hombres de agua (Cuento)

Entre los hombres de agua era común anhelar la disolución o el descanso continuo. La inmovilidad los fascinaba, porque podían entonces tatuarse la piel con el reflejo de aves o flores y, los más diestros, con alguna cara de la luna y un rastro vago de constelaciones. Desde luego, eran seres escurridizos, y no es un adjetivo gratuito, sino un intento de ejemplificar de algún modo su condición más íntima.