La Quinta Columna

Por: Mario Alberto Mejía

 

La tragedia de Huauchinango ha mostrado lo mejor y lo peor de la gente.

La mezquindad de un sector de la prensa nacional, estatal y regional ha conseguido graduarse con honores.

Ésos que ni por equivocación se han ensuciado las botas, perseveran en su tarea de descalificar cualquier acción de gobierno en sus diferentes niveles.

Eso sí: lucran con la desgracia de las víctimas.

Lo han hecho en el pasado.

Lo siguen haciendo en el presente.

Las redes sociales no cantan mal las rancheras.

Desde sillones confortables o bares alfombrados no dudan en descalificar a quienes hacen todo lo posible por sacar adelante a los condenados de la tierra: los pobres entre los pobres.

Nada es suficiente para los tuiteros amargados porque trasladaron su mal humor personal al mal humor social.

Quienes llevan el amarillismo tatuado como el ADN han encontrado en la tragedia una auténtica mina de oro.

No tienen remedio alguno: van tras la sangre y lo grotesco.

Son, en esencia, profundos sacia morbos.

En este saco de miseria humana caben los especuladores que aumentaron los precios de los productos, los que sólo llegan a robarse las despensas, los buitres infaltables de poca monta.

Del otro lado de la cancha están las víctimas y quienes tratan de sacarlas de esta catástrofe en la que los metió una tormenta tropical con nombre gringo: ciudadanos comunes, vecinos ejemplares, solidarios anónimos.

Ahí están de día y de noche dispuestos a remover escombros en aras de salvar vidas ajenas.

Y en ese mar de actos insólitos, una afortunada novedad: funcionarios federales sumados abrumadoramente a los funcionarios estatales.

O viceversa.

Quién se iba a imaginar a Germán Sierra (Conagua) trabajando hombro con hombro con Salvador Escobedo (Salud).

O a Juan Manuel Vega Rayet (Sedesol) con Patricia Vázquez del Mercado (SEP).

O a Juan Carlos Lastiri (SEDATU) con Gerardo Islas (SEDESO).

Lejos de las guerras partidistas, enfundados en una sola causa, éstos y otros personajes se han organizado ejemplarmente para sacar de esta pesadilla a las víctimas que nos ocupan.

Se dice fácil.

No lo es.

El propio presidente Peña Nieto se los dijo en una reunión privada encabezada por él y el gobernador Moreno Valle: “Aquí no hay colores partidistas. Las elecciones ya pasaron y las que vienen tardarán en llegar”.

Y sí, en efecto, dejaron atrás prejuicios, guerritas intestinas, grillas de medio pelo.

Ahí están, en las instalaciones del Tecnológico de Huauchinango, viviendo el día a día con singular esmero.

No están de vacaciones.

Se fueron a vivir ahí: en el corazón de la tragedia.

Y ahí estarán cuando menos hasta noviembre o diciembre.

A sol y agua.

¿Quién carajos lo hubiera imaginado?

Los trabajos de reconstrucción han empezado en serio.

Pero como esto no es basura, los sacia morbos no lo contarán.

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