La Quinta Columna

Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam

 

El PRI poblano ha tenido desde hace tiempo una relación de amantes con algunos panistas locales.

Los casos más sonados han sido los de Ana Teresa Aranda, Humberto Aguilar Coronado y Eduardo Rivera Pérez.

Tres operaciones fueron echadas a andar en su momento para distintos fines.

Vea el hipócrita lector:

La señora Aranda fue cooptada por el entonces gobernador Mario Marín Torres a través de maletas llenas de dinero —como lo denunció en su momento el panista Carlos Ibáñez— y el préstamo de un helicóptero para una precampaña mediocre que terminó en derrota frente al hoy gobernador Rafael Moreno Valle.

Más tarde, en 2015, el PRI poblano volvió a usarla, cuando intentó meterla —a través del Partido Verde— a la lista plurinominal de la Cuarta Circunscripción.

Todo iba bien hasta que se atravesó la actriz cómica Carmen Salinas.

Y es que ella terminó ocupando el lugar de Ana Tere y, en consecuencia, desplazándola.

Un año después, impulsada por Manlio Fabio Beltrones y los eternos marinistas que se mueven en la prensa local, la sedicente Doña hizo un nuevo ridículo al acumular su enésima derrota electoral en la contienda por la gubernatura de Puebla.

Lo peor es que fue enviada —con todo y paleros— al quinto y último lugar.

Varios de esos paleros, por cierto, quisieron ser consejeros del PAN recientemente y hasta interpusieron denuncias de inconformidad.

Desde el CEN del PRI, por órdenes de Beltrones, también se impulsó a Eduardo Rivera Pérez.

Lo que el entonces jefe nacional del PRI quería era que Lalo Rivera contendiera como candidato independiente.

Cuando estaba por aceptar el ofrecimiento económico, el ex alcalde de Puebla reculó y prefirió que el papelazo lo hiciera Ana Teresa Aranda.

No era la primera vez que éste hacía negocios oscuros con los priistas.

Hay dos antecedentes.

El primero fue cuando se alió al gobernador Marín para sacrificar al muy molesto ex alcalde Luis Paredes Moctezuma.

Recientemente, en su columna Los Conjurados, del portal NG, Erika Rivero narró la historia:

“Cuando (Paredes) intentó ir por la gubernatura, se encontró con un Yunque dispuesto a negociar con el propio Mario Marín para impedir su paso.

“Y así fue.

“El propio Eduardo Rivera, entonces líder del Congreso, fue el primero en votar a favor de una sanción administrativa en contra de Luis Paredes y frenar sus aspiraciones políticas tomando como dique sus cuentas públicas del 2002. Fue así como el PAN, el propio partido de Paredes no sólo lo dejó solo, sino que hizo todo lo posible para defenestrarlo, en alianza con el gobierno de Mario Marín.

“Fue también Eduardo Rivera quien, al lado de varios panistas, firmó una carta pública en la que pedían perdón a los poblanos por el gobierno paredista y exigían su expulsión del partido”.

Hasta aquí la reveladora cita.

Qué duro karma.

Hoy Rivera es víctima —así se autodenomina— de lo que hizo en el pasado.

La Operación Cochinero —armada al alimón con Ivonne Ortega, a la sazón secretaría general del CEN del PRI— fue otro de sus acuerdos oscuros con el partidazo.

Ahora que Rivera está en el suelo, no han faltado los priistas solidarios con él.

Puristas aldeanos, por supuesto.

La pipitilla pura.

Un nombre: Alejandro Armenta Mier, diputado federal experto, como Lalo, en tirarse al piso.

Hace unos días hablé de otro panista-marinista igual de patético que los dos mencionados: Humberto Aguilar Coronado.

Que quede como colofón que estas historias de amasiatos vergonzantes han tenido también sus motelitos, sus restaurantes para segundos frentes y las mascadas en el rostro para no ser descubiertos y exhibidos.

Todos, sin excepción, han llegado a sus casas oliendo a jabón chiquito.

Faltaba más.

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