La Quinta Columna

Por: Mario Alberto Mejía @QuintaMam

 

Enrique Cárdenas, inminente candidato de López Obrador a Casa Puebla, se ha caracterizado en los últimos años por ser un crítico implacable de la corrupción y la falta de transparencia de la clase política.

A la par de esa acción justiciera se ha dedicado a lavarle la cara, el culo, las manos y los pies a Manuel Espinosa Yglesias.

(Si usted se ruborizó a la sola mención de la palabra “culo” le recomiendo que lea los versos y las prosas que a esta parte oscura del cuerpo le ha dedicado el poeta Francisco de Quevedo, del Siglo de Oro Español, sobre quien Beatriz Gutiérrez Müller, esposa de AMLO, estaba haciendo una tesis de doctorado).

Empleado como fue del finado banquero, Cárdenas escribió un libro —“Manuel Espinosa Yglesias, ensayo sobre su historia intelectual” (Centro de Estudios Espinosa Yglesias, México, 2007) — para esa operación limpieza.

El problema de Cárdenas es que no hace una biografía como nos enseñó Suetonio que se hacen las biografías: mostrando las luces y las sombras.

Y vaya que Espinosa Yglesias se merece una biografía en el estilo del autor de “Vida de los doce Césares”.

Una biografía, diría Enrique Krauze, con “gusto —casi morbo— por el detalle ridículo, la anécdota escandalosa, el aspecto sórdido, la cara repugnante del poder”.

El prestanombres de Guillermo Jenkins —dice Andrew Paxman— lavó dinero mal habido proveniente de la sangre de decenas de comuneros de Atencingo y de los más oscuros negocios solapados por la clase política de la época.

En particular por el padrino de ambos: Maximino Ávila Camacho.

Lejos de la critica, muy cerca del elogio gratuito, la biografía que maquiló Cárdenas se entretiene en la limpieza del cutis.

Es, en pocas palabras, una biografía Pond’s, pues quita las imperfecciones del rostro y las más severas arrugas.

¿Por qué soslaya el doctor en economía la zona oscura de su benefactor?

Quizá por eso mismo: porque desde que lo recogió del basurero de las academias lo protegió con un salario, un estatus y un nombre.

En reciprocidad ante tantos favores recibidos, Cárdenas se volvió el lavador de imagen de quien tanto dinero de Jenkins lavó a lo largo de su vida.

(Si alguien tiene dudas sobre estos dichos le puedo recomendar una larga bibliografía que a mi gusto encabeza el libro de Paxman: “En busca del señor Jenkins”).

¿Con qué palabras definiría el crítico Cárdenas las trapacerías del par Jenkins-Espinosa Yglesias?

En varias entrevistas, jura que entró a la política porque está harto de la corrupción y la opacidad generada por los políticos.

Si reviviera su mentor moriría de la risa, pues él y Jenkins hicieron durante décadas lo que hoy horroriza a nuestro personaje.

Si es cierto lo que Cárdenas dice en corto —que las encuestas de Morena serán un mero trámite para ungirlo como candidato—, el problema del legado tan comentado en este espacio se lo transmitirá a López Obrador de manera natural.

Y es que así como en varias partes del mundo se le ha seguido la pista al dinero nazi que sirvió para fundar empresas, valdría la pena, en un ejercicio de honestidad intelectual, seguir la pista del dinero sucio de Jenkins y Espinosa Yglesias.

No vaya a ser que termine en las campañas de AMLO.

¿Con qué cara irá a Atencingo López Obrador a promover a Cárdenas si éste es el resultado intelectual de los ríos de sangre de los comuneros de la zona?

Sería como si alguien hubiera pretendido hacer alcalde de Rheydt al mismísimo Goebbels.

O alcalde de Putla a un hijo de Díaz Ordaz.

O que el Chapo Guzmán le hubiera encargado al “Lic” que hiciera alcalde de Badiraguato al “MiniLic”.

O que Durazo hubiera hecho subdirector de Tránsito a su caballo.

O que el caído ex gobernador de Guerrero —Ángel Aguirre— hubiera hecho alcalde de Iguala a su nieto.

Los pobladores de Atencingo no olvidan los agravios.

Tienen muy claros los nombres de Jenkins y Espinosa Yglesias.

Y ahora ya saben que el “heredero intelectual” y beneficiario del dinero sucio de ambos será el candidato de AMLO a la gubernatura de Puebla.

Un deslinde sería elemental para alguien que presume de congruencia.

Pedirle eso a Cárdenas es exigirle demasiado, pues por tonterías de tuiteros ya se puso nervioso y jura que es víctima de una “guerra sucia”.

Nota Bene

La semana pasada, Cárdenas invitó a tomar un café a un grupo de periodistas de la vieja guardia, que fueron convocados por Jorge Machuca, ex reportero que ahora funge como Jefe de Prensa del hijo político de Espinosa Yglesias.

Los periodistas fueron citados a las 11 de la mañana para evitarse el desayuno.

El imprudente mesero del Royalti les preguntó si desayunarían.

Nervioso, Cárdenas dijo que no, que él sólo tomaría un café.

Y aclaró: “No tengo dinero en esta campaña. Haré una campaña muy diferente a las de los demás. Todos mis modestos gastos saldrán de mi bolsa”.

Los periodistas entendieron el mensaje y terminaron pagando hasta los cafés de Cárdenas y de Machuca.

Ahora se entiende que por un desayuno para “intelectuales y catedráticos” que viene convocando José Ojeda en La Conjura para el jueves 14 de septiembre vayan a cobrar 120 pesos.

Ya se ve qué tan diferente será la campaña de Cárdenas.

Ya empezó mal: pasando la charola.

¿Qué otra diferencia mostrará?

Por cierto: Jesús Manuel Hernández, dueño de La Conjura y periodista adicto en su momento a todos los ex gobernadores de Puebla, ya le dijo a Cárdenas en una entrevista que se sumará a su campaña.

La duda mata: ¿en calidad de qué?

¿De periodista a modo —cosa que sabe hacer muy bien— o en calidad de restaurantero-cobrador?

Que Lucio Blázquez lo redima.

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