La Quinta Columna 

Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam

El sismo del 19-S no sólo movió las estructuras de 150 mil edificios y decenas de miles de casas.

También generó temblores en la clase política mexicana: desde los partidos políticos hasta Los Pinos.

Después del martes pasado ya nada es igual.

Los precandidatos enmudecieron de entrada.

No sabían qué hacer, a dónde moverse.

Unos, los más torpes, siguieron haciendo reuniones y cancelando otras llevando un único mensaje: “quiero lucrar con su miseria”.

Nunca como hoy se vieron los verdaderos rostros de la rapiña electoral.

Un caso local: el doctor Enrique Cárdenas, virtual candidato de Morena en Puebla a la gubernatura por decisión de López Obrador.

Cárdenas fue a Acatzingo primero y ahí habló, en la antesala del temblor, del caso de Mara Fernanda Castilla, la chica asesinada por un chofer de Cabify.

Con trabajos reunió a veinte personas que bostezaban tras las explicaciones del empleado eterno de los herederos de la familia Espinoza Yglesias.

Luego, después del sismo, nació otro tema para lucrar: los damnificados.

Cárdenas hizo dos cosas entonces: dejó plantados a treinta ciudadanos de Teziutlán y se reunió con veinte de Tlatlauquitepec.

(Le gustan los números pobres).

Mientras la población se movía para ayudar a las víctimas del temblor, Cárdenas hablaba y hablaba sobre sus intenciones en caso de ser gobernador.

Un dedo no movió en las tareas de rescate.

Y si lo hizo fue sólo para lucrar con la tragedia.

Lo que los políticos no entienden es que el sismo trajo una nueva dinámica rumbo a 2018.

Ganar votos ya no será tan sencillo como antes del 19-S.

¿Qué tendrá que cambiar?

De entrada, los discursos.

Y más: las actitudes.

¿Cómo harán campaña los candidatos?

¿Entre los escombros?

¿Posando con víveres para los damnificados?

¿Llevando cobijas y cobertores con el logo de su partido?

Hoy más que nunca esos políticos quedaron rebasados por los miles y miles de espontáneos rescatistas y brigadistas.

Es obvio que dejaron de servir.

Tenían un chip que hoy quedó en desuso.

Si la campaña de 2018 amenazaba con ser la más complicada en la historia reciente de México, con el sismo y sus secuelas a cuestas será doblemente difícil.

El país cambió y la clase política apenas se viene enterando.

Y si a esto le sumamos el recorte económico en sus campañas, el infierno será la puerta de salida.

 

Los Milennials y la Sociedad que se Organiza.

Hace unas semanas decía ante varios milennials que su generación me parecía una generación perdida, no a la manera de la que surgió entre el final de la Primera Guerra Mundial (1918) y la Gran Depresión (1929), sino en el estilo de esas generaciones que nacen con muchas expectativas y terminan rotas y sin historias.

Después del sismo cambió notablemente mi percepción.

No sólo la mía, la de algunos actores en la prensa escrita.

Esos jóvenes salieron a las calles desde el mismo 19-S para apropiarse de un discurso que pasó desapercibido para los políticos convencionales y anticuados: el de la sociedad que se organiza.

Lo vimos después del 19-S de 1985, pero ésa era una sociedad civil distinta y encabezada por gente que rebasaba los treinta años, como bien lo cuenta Carlos Monsiváis en las crónicas que hizo sobre el terremoto.

Los nuevos actores del rescate mexicano andan entre los 18 y los 34 años de edad.

Son jóvenes aparentemente desinteresados de lo que pasaba en su entorno —con esa miopía los veíamos muchos—y eran fácilmente identificables porque caminaban con sus audífonos para no escuchar el ruido del mundo —así se veían en la distancia: apáticos, apartidistas, casi analfabetos funcionales.

Una vez que salieron a las calles demostraron de qué están hechos.

Primero, organizaron el caos después del temblor.

Luego, organizaron el caos después del rescate oficial.

Ahí van, todos los días, moviéndose para ayudar a los damnificados, señalando zonas en peligro, rescatando los sueños de entre los escombros.

Siguen yendo con sus audífonos y ese lenguaje que parece cartesiano:
pocas palabras, las suficientes, pero absolutamente claras y directas.

No sé si lo que digo es un exceso, pero creo que estamos ante otro fenómeno singular: es la primera vez que veo que una generación surge masivamente como eso: una generación.

Me explico: las generaciones de los hippies y la de los yuppies —su contraparte—no fueron movimientos totales, sino particulares, que tenían como protagonistas a sus líderes y sus seguidores sin que llegaran a conformarse como una masa organizada.

Ni todos éramos hippies ni todos éramos yuppies.

En el caso de los Milennials parece ser que traen un chip muy diferente al de sus predecesores.

Un chip que tiene entre sus genes el movimiento de una sociedad que en realidad se organiza para cambiar el sentido de las cosas.

 

El Alcalde Chupacabras.

Uno de esos personajes que no tiene empacho en lucrar con la desgracia es Edgardo Ponce Cortés, presidente Municipal de Chietla —militante de Movimiento Ciudadano—, quien usa las despensas destinadas a los damnificados para hacerse promoción en el distrito de Izúcar de Matamoros.

La fórmula de Ponce Cortés es sencilla pero aberrante, pues los apoyos enviados por mucha gente —preocupada por la situación  que se vive en la cabecera Municipal y las comunidades— los está canalizando a otros municipios.

Y es que el pobre diablo quiere ser diputado federal o local.

Y no sólo eso: también quiere dejarle la Presidencia Municipal a su hermano, con quien invariablemente se retrata para promoverlo en su cuenta de Facebook.

Que el Chupacabras lo redima.

Leave a comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *