La Quinta Columna 

Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam 

Mario Marín Torres, feliz porque su nieto Maximilian vino a verlo de Austria, se ha metido de lleno a apoyar a Morena, a Miguel Barbosa, a Alejandro Armenta, a Nancy de la Sierra y a López Obrador.

Al grito de “¡a mí el SAT y la PGR me hacen lo que Lydia Cacho!”, el abuelito de Nativitas Cuatempan está operando con todo en la Mixteca.

Por supuesto que lo hace veladamente, a escondidas, muy al margen de la ley, como es su estilo.

Sabe que la embestida del gobierno federal sería brutal en su caso, pues no sabría cómo justificar sus propiedades millonarias, sus onerosos negocios y su castillito de teflón en España.

Hace poco, un conocido empresario poblano lo llevó a reunirse en las sombras con Miguel Barbosa, candidato de Morena a Casa Puebla.

Ahí sellaron acuerdos muy jugosos.

Sólo pidió algo: discreción.

Que no se entere nadie, dijo al despedirse.

En aras de simular, acudió a un tibio acto de campaña de su hijo político, Ramón Fernández, candidato del PRI a diputado local o federal.

Ahí estuvo con ese rostro serio que lo acompaña desde que Lydia Cacho acabó con sus sueños guajiros de presidenciable.

Imperturbable.

La versión de que apoya al PRI sirve a sus intereses.

Por eso ha ordenado que la especie se propague.

Es lo que conviene mientras opera para López Obrador y sus muchachos.

Al mismo tiempo, hace enjuagues con el tristemente célebre Chucho Luévano, ex funcionario estatal de Tlaxcala, que anda metido en terrenos peligrosos que tienen que ver con los malosos.

En dichos terrenos, Luévano se refiere a Marín como “el chaparrito monta perros”.

Se llevan pesado.

Pero así son.

Nomás faltaba.

 

La Reunión del PRI

Augusto Gómez Villanueva —gran asesor de José Antonio Meade— y Guillermo Jiménez Morales, ex gobernador de Puebla, se dieron a la tarea de organizar un encuentro entre el candidato del PRI a Los Pinos y las fuerzas vivas y pudientes del partidazo: ex gobernadores, ex senadores, ex diputados, ex dirigentes nacionales, ex Pipitilla.

Todos llegaron, hasta el impresentable Ulises Ruiz, salvo Mario Marín.

Luego trascendió que no lo invitaron porque es más impresentable que el ex gobernador de Oaxaca.

Enterado del desdén, Marín sumó a su lista de agravios La no invitación.

Y a todos los que puede —empezando por su compadre El Vale (dueño de una notaría y una clínica de hemodiálisis)— les ha venido diciendo que el PRI lo trata como a la muñeca fea y que, en consecuencia, lo quieren ver escondido y por los rincones.

Con esos argumentos justifica su traición al partidazo, a Peña Nieto, a Meade, al SAT y a la PGR.

Porque en México el que traiciona a uno traiciona a todos.

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