Mi vida en Bruselas

Por Victoria Hernández / heycvic@hotmail.com

 

Bruselas es la capital de Bélgica, una ciudad de un poco más de un millón de habitantes y, en mi humilde opinión, algo así como un caos total.

No sé si es mi percepción como extranjera, o mi falta de dominio del idioma, pero en esta ciudad simplemente se viven cosas que en otras no.

Para comenzar debemos aclarar que el Reino de Bélgica es un estado multilingüístico con tres lenguas oficiales: el francés, el neerlandés y el alemán. Las principales regiones son la francófona Valonia y la de habla neerlandesa,  Flandes.

La capital es oficialmente bilingüe, sin embargo el 50 por ciento  de los habitantes es francófono, el 10 por ciento flamenco y el 40 por ciento hablan otras lenguas, por lo que la lingua franca es el francés, no obstante también es muy común hablar inglés.

Los problemas comienzan al tener una capital multilingüe; sin una lengua realmente oficial las calles tienen dos nombres, las estaciones de transporte público varían tanto del francés al neerlandés que es más fácil aprenderse todo de memoria y los espectaculares están llenos de texto por la obligación de escribir todo en dos idiomas.

Un buen ejemplo para definir la confusión que un foráneo debe vivir día a día es dirigirse al cementerio de Ixelles. Cuando la gente escucha la palabra cementerio, en teoría se debería entender que es un panteón; sin embargo a lo que un bruselense se refiere cuando te cita en el cementerio de Ixelles es al área que está cerca de éste, la cual está rodeada de bares y restaurantes estudiantiles.

En francés se llama Cimetière d’Ixelles, en neerlandés se llama Begraafplaats van Elsene, y el nombre en slang –argot informal del inglés– es Cimd’ix.

¿Cómo pretende alguien en su sano juicio que entiendas eso? Eso sí, el cementerio nadie lo conoce.

La ciudad es totalmente cosmopolita y multicultural, no sorprende ver en la calle a gente de cualquier nacionalidad hablando un “montonal” de idiomas.

Los belgas son fríos y no se llevan bien entre ellos; han tomado uno de los dos bandos y es raro encontrar a uno que sea perfectamente bilingüe; por lo general hablan su lengua materna e inglés, pero han rechazado el idioma de su región vecina.

Lo curioso es que en la capital, la mayoría de la oferta laboral para universitarios recién egresados exige que el candidato sea trilingüe; debe hablar perfectamente francés, neerlandés e inglés.

Las juntas en las oficinas de gobierno son en dos idiomas y las reuniones del parlamento se hacen siempre con traducción simultánea, entonces me pregunto: ¿Cuál es la población real que en verdad domina los dos idiomas? Probablemente muy poca. No se puede esperar mucho si su propio rey tiene problemas para hablar en flamenco.

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