Por: Neftalí Coria

 

Dice Michel Tournier que “muchos autores escriben con la misma naturalidad con que respiran”. Y bajo esta aseveración afortunada del escritor francés me he llegado a preguntar más sobre el acto de escribir que sobre el acto de respirar. Una revelación que, aunque sencilla, ha desatado en mí lustrosas preguntas que se mezclan con una idea que –de fondo– en mis talleres de escritura prevalece. Siempre sugiero a mis alumnos que algunos ejercicios de escritura, tal vez como el instructor de deportes sugiere ejercicios de respiración.

Digamos que la naturaleza de la escritura existe como tal, pese a que muchos no lo adviertan y no escriban ni lean como un acto suyo, inherente a su condición humana. Es cierto que Tournier habla de autores y no de aquellos que no lo son; Tournier habla de los autores que escriben para publicar, escritores de los que su escritura es su vocación y a ello dedicaron la vida. Pero a mí me parece que la sola idea de que escribir es natural me lleva a pensar que si la escritura ocurre en los hombres cuando han aprendido a hacerlo como parte de su naturaleza, justo es que se ejerza con naturalidad y no sólo con un plan utilitario, porque su actividad escritural se reduce a las más mínimas anotaciones de sus acciones cotidianas. Y no se escribe porque, al parecer, no hay necesidad. No estoy de acuerdo. La institución de cultura de nuestro país gasta muchos millones en promover la lectura con sus programas que rayan en la estupidez, como el de los veinte minutos de lectura promovido por personas a las que nadie les creería que lean ni tres minutos diarios. Y hay otros que promueven la lectura hasta el colmo y que, como muchos, no funcionan. Y otros más en donde se tiran libros en grandísimas cantidades que tienen destinos inciertos.

Pero nunca he visto que se promueva la escritura. Y podrán decirme que sí, que se invita a escritores a que den talleres de los géneros que ellos dominan y está bien hasta cierto punto, pero a lo que me refiero es que nadie promueve la escritura como un acto natural y parte de la actividad social en el orden diario de los ciudadanos. Con el ejercicio de escritura natural se logra encontrar más claridad en el pensamiento, es decir, al escribir lo que pensamos, lo aclaramos, lo corregimos y –sin duda– el ejercicio de escritura como una especie de gimnasia ocurre en nuestra capacidad natural de pensar. Y como sabemos, lo que en nuestro país hace falta es que la gente piense con claridad y el motivo, a mi parecer, es que nuestra actividad escritural, digamos expresiva y libre, se reduce a casi nada. Y la escritura se ha difundido mal, porque se ha subrayado que si alguien ha de escribir debe escribir literatura, y que para eso hay muchos grandes que lo hicieron. La escritura libre debe ser una actividad que todos pudiéramos ejercer sin las ambiciones de ganar el Nobel de Literatura o al menos de escribir una novela, poema, cuento, etcétera. No se trata de eso.

La escritura como la respiración es natural aduce el autor de Los meteoros, y así lo creo, pero frente a nuestra escasa costumbre de escribir que tenemos, ¿quién escribe de manera natural, algo que le parece inútil? O al menos, ¿quién escribe sus recuerdos, su actividad diaria, sus reflexiones o cualquier otra cosa sencilla que sea escrita por el simple hecho de escribir lo que se ha visto pasar por la calle? Muy pocos, porque suele pensarse que no sirve de nada, que no tiene sentido y, al contrario, distrae de la vida. Aunado a esto, la escritura en nuestras costumbres está ligada al secreto y, en consecuencia, escribir a solas y escribir percepciones, sentimientos o cartas se ha considerado algo que no sirve de nada. Y vemos los resultados de esa costumbre, de la que forma parte también nuestra educación; la gente no logra nombrar con claridad su mundo ni se explica mapas de su existencia y, sobre todo, podemos verlo en el muy escaso nivel de expresión oral que posee el grueso de la población.

Propongo que se escriba todos los días, que se escriban los recuerdos, las biografías de nuestros cercanos, diarios, opiniones que se tienen de aquello que nos inquieta, nos bulle en la cabeza, o cualquier suceso personalmente importante que hayamos vivido durante el día o durante la vida. Escribir debería ser una tarea que se promueva seriamente con fines de ejercer un acto más de nuestra naturaleza y que no nos hemos dado cuenta que es una herramienta importantísima para comprendernos a nosotros mismo, a los demás, al mundo y, sin lugar a dudas, comprender nuestra vida. Y me pregunto, ¿si la ausencia de programas para promover la escritura –al mismo nivel que la lectura– no es intencional por parte de gobierno? No lo sé, pero si lo hiciera, contribuiría a lograr que la gente pensara con claridad y de no seguir haciéndolo seguirá promoviendo que la gente crea que la escritura es para los escritores y para escribir literatura. No, yo creo que el ejercicio de escribir como una necesidad natural, como la respiración en la que si aprendemos a respirar como se debe mejor se emite la voz, y si escribir como acto natural lo ejercemos con dedicación, constancia y sin fines del arte escribiremos mejor. Y nuestro pensamiento será claro y clara será la comprensión del mundo. ¿Y eso a quién no conviene?

 

 

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