Por Pascal Beltrán del Río
En sentido contrario de lo que dicta la corrección política, la delegación Miguel Hidalgo de la Ciudad de México se ha propuesto retar las premisas del asistencialismo.
En otras partes del país donde gobierna el PAN, sus funcionarios han caído en la tentación de regalar dinero público para crear legiones de votantes adictos, pues han concluido que eso da buenos réditos electorales a otros partidos.
No en la Miguel Hidalgo, donde, por cierto, manda una mujer.
La jefa delegacional Xóchitl Gálvez ha hecho saber que ella no cree que el contribuyente deba sustituir, mediante programas sociales destinados a las madres solteras, a los padres irresponsables que no ven por sus hijos.
La cantidad de hogares en el país que son dirigidos por una mujer es enorme. Son 6.9 millones, de acuerdo con el Inegi, de los cuales 5.3 millones los encabezan madres solteras. De estas últimas, 14% no recibe ingreso alguno.
A riesgo de caer en generalizaciones y cometer injusticias, nunca debe hacerse tabula rasa.
Entre las madres solteras hay quienes decidieron tener hijos y mantenerlos ellas solas, simplemente porque se saben capaces de salir adelante sin necesidad de tener a un macho a un lado.
Pero también hay mujeres que no eligieron dirigir su hogar, como aquellas abandonadas por los padres de sus hijos –que no cumplen con la obligación de proveerlos de sustento–, así como las viudas.
Aunque en los tres casos hablamos de madres solteras, no son iguales. Sin embargo, los partidarios del asistencialismo proponen tratarlas igual (un trato que, por cierto, no existe para padres solteros).
Contra eso se ha pronunciado la delegación Miguel Hidalgo con su programa “El que mete la pata, la paga”.
No me encanta el nombre del programa, pero sí el propósito: ayudar a las mujeres, mediante asesoría legal, a que interpongan un juicio por pensión alimenticia contra los progenitores que no cumplen.
La premisa del programa es incuestionable: ¿por qué habría de pagar el contribuyente lo que le corresponde al padre desobligado?
Eso no significa que no deban existir los subsidios y los programas de asistencia social.
Como ya he escrito aquí, quien cae en una desgracia no debe ser abandonado a su suerte por el Estado. Pero esa ayuda debe ser focalizada y casi siempre temporal.
Hacerlo generalizado y permanente parte de una visión paternalista cuyo único objetivo es asegurar la lealtad de los votantes sin considerar el costo a largo plazo para las finanzas públicas.
Apuntes al margen
El Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación acaba de darle al país otra cucharada del veneno que lo está matando: por mayoría de 4 a 2, decidió que las obligaciones no importan, sólo los derechos. Al fallar a favor de dos precandidatos a quienes no les importó cumplir con la ley, mandó un mensaje pernicioso: ningún aspirante se sentirá ahora obligado a entregar su informe de gastos, pues, como alegó el ministro Pedro Penagos, “la sanción debe graduarse para no hacer nugatorio su derecho a ser votados”. En otras palabras, no hay sanción posible.
Como si fuera un profeta del Viejo Testamento, el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (sic), de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, advirtió que el próximo domingo será “día de verdades, aunque sean dolorosas”. O sea, el Día del Juicio. La realidad es que al GIEI le costará mucho trabajo presentar verdades en su informe final porque no descubrió ninguna durante el tiempo que pasó en México, supuestamente para brindar asesoría técnica al gobierno federal sobre el caso Iguala. Lo que hizo fue contribuir a ideologizarlo, nada más.
Las Fuerzas Armadas se han llevado la peor parte en el combate al crimen organizado. En contradicción con el objetivo para el que fueron creados, el Ejército, la Fuerza Aérea y la Armada han sido llamados a llenar los huecos que dejan policías incapaces y corruptas. No quisieran estar haciendo eso, pero cumplen por su innegable disciplina y subordinación al mando civil. Por eso es digno de encomio que, ante la participación de dos soldados en un inaceptable acto de tortura, el secretario de la Defensa Nacional haya pedido disculpas. Eso sólo engrandece más al Ejército ante los ojos del país.