Una Novelita por entregas

Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam

CLIV

(Exilio y Ruptura, circa 2004)

Apenas llegó a la Estancia Argentina, Juan Pablo Vergara escuchó los reproches de Ruy Sainz del Vivar:

—¡Joder, macho! ¿Sabes quién organizó la comida para Torrín en el rancho Los Caballos? Yo. ¿Sabes en qué periódico apareció una crónica burlona? En el mío. ¿Sabes a quién le reclamó el próximo gobernador? A mí.

—No sabía que tú habías organizado la comida, Ruy. ¿Qué puedo hacer para desagraviarte?

—¡Ya nada, coño! Fui el hazmerreír de todos. No me bajan de pendejo, de que ni siquiera mi periódico puedo manejar.

—Ufff. No sabía que tú habías organizado la comida. Pero tú tampoco me dijiste nada. Te hubiera cuidado.

—¿Y cómo por qué te tengo que decir lo que hago como empresario?

—Para que no ocurran estas cosas, Ruy.

—Ya pasó. Ya olvídalo, joder.

En otra mesa, junto con dos torrinistas, Lalo Santamarina bebía whisky barato con una sonrisa en la boca. Él, mejor que nadie, conocía el tema de la conversación.

—Ya no hablemos de tu crónica porque me voy a enfermar del hígado. A otra cosa, coño. En Oaxaca tengo un amigo que quiere ser gobernador. Se llama Gabino Cué. Lo voy a ayudar con dinero y propaganda. Pero también quiero abrir una sucursal de El Intolerante. Si Gabino gana me voy a llevar el mejor convenio. Pero quiero que tú te vayas a armar todo de principio a fin. Necesito que te vayas a vivir a Oaxaca con todos los gastos pagados y tu sueldo íntegro.

—¿Oaxaca? ¿Y mi cargo en El Intolerante Puebla ? ¿Yo seguiría como director editorial?

—Bueno, coño, pues no. No seguirías. Yo nombraría a alguien en tu lugar. Pero tú serías el director editorial de El Intolerante Oaxaca.

Lalo Santamarina no dejaba de ver a la mesa y de sonreír ampliamente. Era claro, pensó Vergara, que estaba disfrutando la escena como nadie.

—Creo que ya te entendí, mi querido Ruy. Lo que tú quieres es que yo deje la Dirección Editorial y que me vaya exiliado a Oaxaca. ¿Qué más te pidió Torrín?

Ruy soltó una carcajada. Lalo Santamarina y los torrinistas también se rieron. Todos disfrutaban la defenestración de Vergara.

—Por supuesto que mi candidato nada tiene que ver en estas decisiones. ¡No te creas tan importante, coño! Joder, tienes un ego muy robusto.

—A ver, mi querido Ruy. Oaxaca me gusta para ir cuatro o cinco días. Una semana por lo mucho. Pero no más. Me moriría de aburrimiento. Terminaría colgado de la campana mayor de Santo Domingo.

—No te vas a morir de aburrimiento porque vas a estar muy ocupado armando un  periódico.

—No sé, Ruy. ¿Puedo pensarlo?

—Pero no te tardes mucho, coño.

Vergara salió a la noche poblana poblado de incertidumbres. Subió al auto que ni siquiera era suyo. Ruy se lo había endosado por ser el director editorial de El Intolerante. El nombre del diario que había fundado era lo único que le pertenecía, no así los derechos de autor. No tenía nada. O sí: un exilio en su camino. “Llegó la hora de pagar la factura del Benito Juárez en muñones”, pensó.

Mientras manejaba recordó que alguien le había dicho –no sabía quién– que se escuchaban cambios futuros en El Intolerante. Personeros de Ruy ligados a Torrín entraban y salían del diario con expresiones extrañas. “Es claro que me están preparando la cama”, susurró. “El futuro gobernador no me quiere ahí. Le estorbo”, pensó casi a punto de chocar. Recordó que en los últimos días el diario se había vuelto la hojita parroquial del torrinismo. Las plumas adictas no dejaban de adularlo y de verlo como el futuro mejor gobernador en la historia de Puebla. Ufff. Estaba a punto de lanzar un grito al interior del auto cuando sonó el celular de la empresa. Era Beto Tovosa, el dueño de El Centinela.

(Continuará)…

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