MI VIDA EN BRUSELAS
Por Victoria Hernández /heycvic@hotmail.com
En Bélgica, la humedad y la llovizna son habituales, la temperatura media anual es de 9.7 grados y se sale a la calle con paraguas por si acaso. Llueve, llueve y no para de llover.
Al mudarme aquí creí que poco a poco me acostumbraría a la lluvia, y eventualmente lo hice. Pero nunca voy a hacerlo completamente.
En México no tenemos la misma apreciación por el buen clima como la tienen aquí. Soy de los dichosos que nacimos en una ciudad donde simplemente hay épocas en que hace un “poquito de frío”.
El vivir en un país donde las horas de sol están contadas en el invierno y los días de buen clima deben ser aprovechados al máximo, hace apreciar la salida a la calle sin abrigo y los rayos del sol.
Tan pronto se dispersan las nubes, la gente utiliza lentes oscuros, sonríe de emoción, y cambia de acera para ir donde le dé el sol.
En un buen día (20 grados), los parques están repletos de gente haciendo picnic, atletas haciendo deporte y se pueden ver niños y mascotas corriendo por doquier.
La cultura del afterwork es muy fuerte en Bruselas, y en verano ni se diga. Consiste en reunirse con colegas o amigos después del trabajo para beber algo. En los meses de buen clima no importa desvelarse por ir al afterwork; siempre habrá tiempo para ir a tomar una cerveza en alguna de las múltiples terrazas que sólo se abren en los pocos meses que no hace frío.
La manera en la que la gente venera la luz del sol es impresionante. No importa lo ocupada que esté, siempre buscará excusas para salir aunque sea por un rato, para poder tomar el sol.
La posición geográfica beneficia a Bélgica durante el verano, así como a muchos países en el norte de Europa debido a que se tienen más horas de luz y el sol se oculta alrededor de las diez de la noche, una gran diferencia con el invierno, cuando el sol se va a las cuatro de la tarde.
Las actividades rutinarias de la gente cambian radicalmente del invierno al verano. Repentinamente, todos se vuelven corredores, ciclistas y motociclistas. Uno se pregunta de dónde salió tanta gente, pues pareciera que estuvo hibernando para poder sobrevivir.
En el momento que se calienta el día, los famosos carritos que venden waffles belgas se pueden encontrar en cada esquina. También sale a la calle el carrito de los helados; es más, hasta hay carritos que venden cerveza en las calles, todo con tal de poder disfrutar del buen tiempo por unas horas.
Lo que más impacta en el día a día es el humor de todos; pareciera que pasaron tantos meses sin ver la luz del sol que ya estaban malhumorados y cansados, pero tan pronto llegó la primavera salieron a cuidar de sus jardines, a disfrutar del aire libre y hasta se han comenzado a broncear.
Definitivamente el sol es vida, algo que en México subestimamos. Aprecien el buen clima, chicos, nunca saben cuándo se van a mudar a otro país.