La Quinta Columna

Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam

 

Ante la certeza de que Blanca Alcalá Ruíz tiene la elección perdida, los operadores del PRI han iniciado una campaña de terrorismo que ellos denominan “resistencia civil”.

Amparados en ese lema, que sirvió en el pasado para enarbolar causas democráticas, los priistas poblanos buscan reventar lo que tienen perdido.

En ese sentido están dispuestos a todo: a mentir, a distorsionar, a victimizarse.

Nada les importa.

O sí:

Perder la elección ensuciándola.

En ese afán pretenden enrarecer la elección con un supuesto atentado en contra de uno de los delegados del CEN del PRI, quien fue víctima de un asalto en una carretera poblana.

Quienes crearon la versión del atentado saben bien que no hubo ni mensaje siciliano ni una pretendida ejecución.

Pero eso no les importa.

Faltaba más.

Son medidas de desesperación que los retrata bien.

Lejos están los días en que  Blanca Alcalá era la priista elegante y simpática que pese a no tener una mediana cultura presidía una comisión en el Senado relacionada con ese tema.

Una vez que se convirtió en candidata del PRI, ella y su equipo arribaron con una frescura que la hacía peligrosa para el abanderado de la coalición “Sigamos Avanzando”.

En todas las mesas se hablaba de su enorme potencial.

Pero algo se movió en su espejo que le fue transformando ese rostro apacible que generaba una gran confianza.

Y no fue su evidente cercanía con Mario Marín Torres la sola culpable de esta metamorfosis.

No.

Fueron los yerros que se empezaron a acumular los que cambiaron, desgraciadamente para siempre, su imagen blanca.

La desesperación hizo presa de ella en la medida en que avanzaban las campañas.

El llanto y el rencor se volvieron sus rehenes.

Y esa furia guardada la convirtió en el retrato de Dorian Gray.

Hacia afuera lucía como siempre, aunque con un rictus desconocido.

Hacia adentro —en el ropero priista— sus facciones traducían todos los males del mundo.

Hoy ya es todo aquello que combatió hasta hace algunos meses.

Y en esa decadencia se convirtió en lo que odiaba: en una candidata irascible, biliosa, llena de furia.

Quien cruza esa línea suele ya no encontrar el camino de regreso.

Se queda ahí: víctima fértil de las ocurrencias de algunos de sus operadores.

Prometió hace unas horas ponerse en huelga de hambre.

(Los poblanos de cepa se voltearon a ver más que sorprendidos).

Equiperos suyos tomaron la autopista y entorpecieron el tráfico durante más de una hora.

(Los poblanos levíticos se preguntaron: ¿qué es eso?).

Frente a Casa Puebla, unos doscientos compañeros suyos —operadores, familiares políticos, porristas venidos de otras entidades— confundieron la resistencia civil con una tamalada.

(Los poblanos entonces confirmaron que algo en ella se había movido de lugar).

La ocurrencia más notoria es la de lucrar con un asalto y volverlo pretendida ejecución.

No se da cuenta que la Blanca Alcalá que habita en el ropero priista acaba de adquirir una arruga más en su prestigio.

Parafraseando a Neruda, Blanca la de entonces no parece ser la misma.

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