La Quinta Columna

Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam

 

Un grupo de muchachos llega hasta donde varios agentes ministeriales y policías uniformados mantienen retenido un tráiler con artículos utilitarios de Blanca Alcalá.


Al grito de “¡Llegó la hora / Blanca gobernadora!”, los jóvenes parlotean, gesticulan, se tiran al piso y optan por bloquear el tránsito del tráiler, que al decir de los ministeriales fue reportado como robado.


Hasta ahí los muchachos priistas parecen tener argumentos serios para su protesta.


(De hecho planteaban que el tráiler se sellara para impedir que los artículos fueran sustraídos o que la supuesta escena del crimen así dicen los abogados pudiera ser alterada con drogas, armas, escorts checas o sombrillas chinas).


Quien encabeza la modesta movilización los manifestantes no llegan a veinte personas es un conocido marinista: Ramón Fernández.


Su currículo lo dice todo: su tío Alejandro ha trabajado para Mario Marín toda la vida, él ha sido en los últimos dos años secretario particular del ex gobernador y su única posición “preponderante”  suplente del diputado federal Víctor Giorgana se la debe a quien es su tutor, su mentor y su padre (político).


Él, de hecho, es el más entusiasta de entre los manifestantes: el que grita más fuerte, el que gesticula con mayor énfasis y el que se tira al piso con auténticas convicciones.


Más adelante acudirán a la multicitada escena del crimen Edgar Chumacero y Gerardo Mejía, aunque ellos lo hacen con singular sobriedad.

Es decir: van a lo que van sin recurrir al show.


Ramón Fernández es lo que el escritor Guillermo Sheridan denomina un “Menchaca”: un subordinado feliz de tener un patrón feliz.


De hecho, cada vez que aparece Marín en escena, detrás suyo, vigilante hasta para darle un kleenex, está siempre el muchacho Fernández.


Como buen particular, siempre va detrás del patrón 20 centímetros y nunca le quita la vista.


Con el paso del tiempo ha aprendido a leerle los labios, los ojos y la mente.


Sabe qué necesita y en qué momento.


(Ojitos en blanco, por ejemplo, significa “escort rubia con implantes”. Ojitos de reojo, “me lleva la chingada”. Ojitos entrecerrados, “me urge mi champagne rose”.


Fernández se ha vuelto indispensable en la vida de Marín.


Y éste siempre lo pondera.


Lo pondera y lo elogia.


Se ha vuelto para envidia de El Vale y otros colaboradores su mano derecha.


Por eso Marín le dio instrucciones precisas de operar con todo con la candidata del PRI.


Ambos saben que si ahora no regresan a Casa Puebla, después las cosas se complicarán.


Es su tiempo.


Es su momento.


Hace algunas semanas, el muchacho Fernández corrió la voz de que por órdenes del jefe ningún marinista participaría en la campaña de Alcalá.


Muchos le creyeron.


Marín y él con sus constantes apariciones en los actos partidistas dejaron en claro que esa especie era mentira.


No sólo colaboran en la campaña: son convencidos blanquistas en la estrategia de regresar al PRI y, faltaba más, a los marinistas al gobierno del estado.

 

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