La Quinta Columna

Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam

 

Los peores escenarios se cumplieron para los priistas-marinistas poblanos.

Todas las encuestas serias ponen a Tony Gali por arriba de los diez puntos.

Todos los columnistas nacionales y locales (incluidos algunos del gallinero priista-marinista) dicen que sólo un milagro provocaría el triunfo de Blanca Alcalá.

En el CEN ya no los toleran porque desde el primer día de la campaña no hacen sino quejarse.

En la PGR se ríen de ellos.

En Gobernación, los mandan con el particular del particular.

En Los Pinos, ni las llamadas les toman.

Muy ufanos van los operadores de Blanca al Senado de la República, pero sus ruedas de prensa carecen de ecos nacionales.

(De no ser por La Jornada y Reforma, que se volvieron en este proceso electoral los medios priistas por excelencia, nadie más repercute sus notas).

Por cierto: no es lo mismo hacer una denuncia desde el Senado que desde un corralito que sirve como sala de prensa.

Con el anuncio de la Resistencia Civil tocaron las puertas del ridículo.

(Muy a tiempo alguien impidió que Blanca se pusiera en huelga de hambre).

Es la primera vez en la historia de las resistencias civiles que se organiza una antes de la elección.

Las serias, las congruentes, se han hecho después de los comicios.

No sólo Blanca Alcalá acabó desprestigiada.

Varios de sus más cercanos terminaron batidos en el lodo.

Alejandro Armenta Mier demostró que si a algo no le teme es al ridículo.

El affaire con Agustín Basave lo exhibió ante los reporteros de la fuente del Senado y público en general.

Cada vez que toma la palabra en las ruedas de prensa, sus compañeros lo ven como diciendo: “¿y ahora con qué estupidez va a salir?”.

Todo lo que anuncian sale mal.

Dijeron que el tema del espionaje telefónico –en el que los priistas son masters consumados– lo llevarían ante la mismísima procuradora: “Le vamos a exigir a Arely Gómez que no archive el caso y que llegue hasta las últimas consecuencias”.

Nada de eso pasó.

“Ah. Ok”, les contestaron.

Y les dieron con la puerta en las narices.

Hoy están destrozados.

Ninguno confía en el otro.

Todos se saben traidores entre sí.

Metieron a su candidata en la peor campaña del PRI de que se tenga memoria.

Y todos los días la siguen engañando.

Algo hay que reconocer:

El PRI por fin se ha visto como un partido de oposición.

Pero no por sus expresiones críticas y centradas (que no las hubo) en contra del poder omnímodo, sino porque la candidata y sus operadores se tiraron al piso como Fernández Noroña ante el Ejército Mexicano.

Y más: desde el suelo, con el fracaso de la campaña encima, todavía gritan que ésta es una elección de Estado.

(Será de “estado”, porque el “Estado”, según Rousseau, es la “asociación política libremente fundada por los partícipes del contrato social”. Y no es el caso).

Y la que viene, en efecto, sí será una elección de estado: pero del estado de Puebla.

¿Pues qué pensaban?

El domingo pasado, luego de que un buen número de concesionarios de camiones se negara a darles servicio para transportar a sus “acarreados”, la candidata y sus operadores se volvieron a tirar al piso y reconocieron que les habían negado el derecho al acarreo.

Palabras más, palabras menos, admitieron que en dichos autobuses traerían a sus simpatizantes cual ganado vacuno.

Ya en la “resistencia civil” ante Casa Puebla volvieron a tocar el tema con todo el cinismo del mundo.

(Por cierto, cuando el diputado Giorgana tomó el micrófono tuvo un lapsus. Y es que dijo que los priistas no iban a permitir más arbitrariedades “deeel gobeeernador Mel… Rafael Moreno Valle”. Ufff. Todos se dieron cuenta que estuvo a punto de pegarle –una vez más– a su compadre don Melquiades Morales. Armenta también le tundió dos veces al ex gobernador en la rueda de prensa de este miércoles).

La depresión es tal que un columnista de los suyos –Fermín García, de La Jornada de Oriente– dijo en su más reciente entrega –y lo escribió con una naturalidad que espanta– que para que gane el PRI este domingo debe tener de su lado a la fuerza pública federal, así como dinero para comprar los votos –eufemísticamente habló de la “disposición de fondos para logar la movilización de la estructura priista”.

Y pidió más: que el gobierno federal ponga a los delegados a operar los programas sociales para lograr más sufragios.

Faltaba más.

Ni en La ley de Herodes se vieron tantas trapacerías juntas.

Sólo hay alguien convencida de que Blanca Alcalá será gobernadora: su asesora espiritual: una señora que –al decir de fuentes priistas– es su chamana.

Su bruja de cabecera, pues.

 

¿Qué le pasó a Mastretta?

Sergio Mastretta era un maestro de la crónica periodística.

Sus crónicas de los años ochenta y noventa eran lectura obligada.

Y es que además de traducir ese lenguaje oculto de los políticos, poseía un oído muy agudo, lo que le daba a sus escritos tres cosas: ritmo, matices y cadencia.

Pero la escritura es celosa, y si uno no la procura cotidianamente –al igual que a las musas– terminan por abandonarnos.

Vea el hipócrita lector unos fragmentos de la crónica que Mastretta escribió sobre Tony Gali el domingo pasado:

“¿A quién veo correr de un lado a otro del escenario, hincarse y golpear con el puño el entarimado?

“¿Quién se levanta, camina, entona y quiebra el cuerpo, para correr desenfrenado hasta la otra esquina del tinglado?

“¿A quién veo confrontar al cielo con los brazos extendidos para comprobar que la luz del mundo lo ha tocado?

“¿A quién veo encendido y colgado del micrófono arrebatador de unas masas que casi gritan con el amén, amén, amén…?”.

Más allá del tono religioso de esta crónica, más allá de su lirismo exacerbado, saltan varias palabras peligrosamente juntas: “entarimado, desenfrenado, tinglado, extendidos, tocado, encendido, colgado”.

No son asonancias –que vaya que tienen su mérito, sobre todo en la poesía–: son algo así como cacofonías.

Si estas líneas las hubiera escrito cualquier cagatintas no me sorprendería.

Me sorprenden, sí, porque el autor fue un maestro de la crónica hace algunos años.

Un maestro indiscutible.

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