Parte del staff que organizó la reunión del presidente nacional del PRI con priistas en un hotel de la ciudad bloqueó la puerta del hotel con un librero

Por: Guadalupe Juárez 

Marchaba todo bien para comenzar a coser las cicatrices del pasado 5 de junio.
El primer escenario es el Hotel Lastra, frente a Casa Puebla.

Blanca Alcalá, con un vestido rojo, sonríe, posa para las cámaras, las heridas se lavarían y estrechaba la mano del dirigente del tricolor, Enrique Ochoa.

Jorge Estefan Chidiac, reía.

Rocío Olmedo, reía.

Rogelio Cerda, reía.

Los cuatro posaban antes de la llegada de quien ha anunciado combatir la corrupción dentro del Partido Revolucionario Institucional (PRI).

¡Qué desilusión!

¡Qué desilusión! Lamenta un grupo de 20 personas que se identifican como “primeros priistas” de Puebla al intentar saludar al dirigente tricolor, les es bloqueado el paso por el staff de la reunión con un librero, pese a tener credencial de militancia en mano.

Sólo le es permitido el paso a quienes están convocados a la reunión por ejemplo, la diputada federal Xitlalic Ceja, quien llega tarde.


A Ana Isabel Allende, delegada de Segob en Puebla, quien fue ignorada más tarde.

A señoras que reprochan “haber apoyado en todas las elecciones”, no.

“¡Qué desilusión!, nosotros sólo queríamos saludar. Ya no queremos políticos que sólo en campaña nos dirigen la palabra”, reprochan de nuevo el grupo de priistas no invitados.

Así inicia para Enrique Ochoa la operación cicatriz que pensaba comenzar hoy con la intención de fortalecer al partido con miras al 2018.

 

 

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