Bitácora
Por: Pascal Beltrán del Río / @beltrandelrio
En México se ha creado una clase económica privilegiada que gana cuatro veces más que su contraparte.
No hablo de una desigualdad en el ingreso generada en el contexto de la lucha de clases, es decir, una que, de acuerdo con la teoría marxista, resulta de la explotación del hombre por el hombre.
Tampoco me refiero a una disparidad que sea producto del retorno superior que, en las últimas décadas, ha recibido el capital respecto de la economía en su conjunto, a decir del economista francés Thomas Piketty.
No estoy hablando de la burguesía, estimado lector, sino de la burocracia.
De acuerdo con la compilación más reciente de los indicadores macroeconómicos del sector público, publicados el mes pasado por Inegi, el salario promedio de los burócratas en México es de 353 mil 783 pesos anuales, es decir, 29 mil 478 pesos al mes.
Eso es más de cuatro veces el salario promedio en el país, que en 2015, fue de siete mil 338 pesos al mes.
En muchas partes del mundo, los burócratas ganan más que quienes trabajan en el sector privado. Sin embargo, al revisar una lista de naciones, no encontré ninguna donde exista tal diferencia.
En Chile, los empleados del sector público ganan 68% más que los del sector privado, de acuerdo con la más reciente Encuesta Suplementaria de Ingresos, elaborada por el Instituto Nacional de Estadísticas.
En Canadá perciben entre 18% y 37% más, entre puestos de trabajo comparables, según un estudio de la Canadian Federation of Independent Business. En Reino Unido el promedio es 15% más, a decir del Annual Survey of Hours and Earnings.
Incluso hay países, como Estados Unidos y Japón, en los que los empleados públicos ganan menos que sus contrapartes. En EU, de acuerdo con el Federal Salary Council, los burócratas perciben 35% menos.
El Inegi publica los indicadores macroeconómicos del sector público desde 1997. Al revisarlos, uno puede darse cuenta de la evolución del tamaño de la fuerza laboral y sus percepciones a lo largo de los sexenios.
Mientras que el periodo presidencial de Vicente Fox el número de burócratas bajó de 4.8 a 4.3 millones, en el de Felipe Calderón se agregó el medio millón de puestos de trabajo en el sector público que se había recortado en el periodo anterior.
Dichas cifras se refieren no solamente a los puestos de trabajo en el gobierno federal sino también a los de los gobiernos estatales y las empresas públicas.
El crecimiento ha continuado en el gobierno de Enrique Peña Nieto. De acuerdo con el dato más reciente del Inegi, cinco millones 395 mil 912 personas laboraban en el gobierno central (21.1%), gobiernos estatales (49.0%), en los gobiernos locales (10.8%), en las empresas públicas (8.4%) y en el fondo de seguridad social (10.7%). Entre 2014 y 2015, el número de burócratas creció 1.2 por ciento.
En cuanto a sus remuneraciones, los cuatro millones 808 mil 949 empleados públicos ganaban 95 mil 751 pesos anuales (a precios de 1993), es decir 262 pesos diarios. En aquel año, el salario promedio en México era de 153 pesos diarios. Es decir, el burócrata ganaba entonces menos del doble de su contraparte.
Para 2003, el salario promedio de los burócratas había subido a 165 mil pesos anuales (precios de 1999) y en 2010 era de 299 mil (precios de 2003).
Entre 2006 y 2010, el ingreso de los burócratas creció, a precios constantes, 70 mil 257 pesos (pasó de 228 mil 641 a 298 mil 898 pesos). Un aumento de 30.7% contra una inflación acumulada de 18.26 por ciento.
Entre 2014 y 2015, el número de empleados del sector público se elevó en 41 mil 928 (como decía, crecimiento de 1.2%), mientras que su salario recibió un aumento de 18 mil 159 pesos al año (+5.4%), nuevamente por encima de la inflación.
¿Qué hace un burócrata que lo vuelve merecedor de ganar cuatro veces más, en promedio, que quien labora en el sector privado?
Desde el punto de vista de la productividad, ese diferencial es muy difícil de justificar. No hay otra forma de explicarlo si no es desde el ángulo del beneficio que los partidos políticos otorgan a familiares, amigos, allegados y simpatizantes.
Si se busca una de las fuentes de la irritación social, sin duda puede encontrarse ahí.