La Quinta Columna
Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam
López Obrador ha calculado en 500 mil millones de pesos al año el dinero de la corrupción.
(Asesores suyos estiman que éste asciende a 900 mil millones).
Con ese dinero, dice el próximo presidente de México, se podrán pagar todas las becas que ha venido prometiendo a lo largo de su campaña: las de los sicarios convertidos en becarios, las de las personas de la tercera edad, las de los estudiantes y las de los ninis.
Y todo esto, también lo ha dicho, sin necesidad de subir impuestos ni pedir prestado.
Otra solución que tiene contemplada abarca el recorte de los salarios a los altos y medianos funcionarios.
Vayamos al primer punto.
Los miles de millones de pesos que son producto de la corrupción anual no conforman una bolsa.
Tampoco están en el Presupuesto de Egresos.
No hay partidas, pues, para la corrupción.
Su flujo natural parte del bolsillo del contratista y llega, siempre en cash, al bolsillo de uno o varios funcionarios.
Si la corrupción se va a acabar en el sexenio de López Obrador, como él lo ha dicho, dicho recurso simplemente ya no llegará a los funcionarios.
Es decir: su flujo se detendrá.
¿Qué ocurrirá entonces?
Las obras se licitarán legal y transparentemente en beneficio de los contratistas del gobierno.
Esto es: no habrá que pagar moches por la obtención de las obras y ningún funcionario se beneficiará con dinero black.
La corrupción se habrá acabado.
Perfecto.
El único problema es que la bolsa metafórica de la corrupción (que oscila entre 500 y 900 mil millones de pesos) habrá dejado de existir.
Habrá mejores obras, sí, menos caras, sí, menos onerosas, sí, pero el dinero de la corrupción que iría a parar a los múltiples becarios habrá desaparecido como la Estatua de la Libertad a manos de David Copperfield.
¿De dónde saldrán entonces los miles de millones de pesos prometidos en esta larga y sinuosa campaña?
Misterio.
El segundo punto es otro enigma.
¿Con qué incentivos económicos trabajarán los mejores hombres y mujeres de este país en el gobierno si los salarios de los altos y medianos funcionarios serán recortados brutalmente?
¿Cómo le harán los egresados de Harvard, Yale, Stanford, Cambridge, Oxford y otras universidades de élite para cobrar miserables salarios a cambio de su contribución a la Patria?
¿Con qué recursos pagarán sus pisos, sus autos, sus fines de semana?
¿Cómo comprarán sus trajecitos en Brioni o sus Manolo Blahnik o sus Prada?
Porque de algo debemos de estar seguros según lo dicho por López Obrador:
La corrupción se acabará.
Y con ella, los moches.
Y con ella, los bonos semestrales.
Y con ella, los elevadísimos salarios de la Mafia del Poder.
El primero de diciembre todos entraremos, como en una procesión, al ritual laico juarista de vivir en la justa medianía.
Cosas que vi en el Debate
Miguel Barbosa no es AMLO.
Quiere serlo, pero le falta fraseo, sentido del humor, relajamiento, don de la oportunidad.
Este lunes Barbosa lució cansado, confundido, fuera de foco.
Enrique Doger sacó el oficio.
Fue el único que pegó en la zona de MORENA y de Por Puebla al Frente.
Se creció a los golpes.
Barbosa lo tentó y salió quemado.
Michel Chaín fue la revelación del debate.
Su buena articulación desquició a Nancy de la Sierra, que no dejó de hablar desde su asiento mientras Chaín argumentaba y se burlaba de Barbosa.
Martha Érika Alonso se fue por las propuestas.
Sólo dos veces le respondió a Barbosa y se llevó la noche:
1) “Más pareces Luisito Rey que Luis Miguel”.
2) “licenciado Barbosa, perdón, señor Barbosa, porque no está titulado”.
Juan Carlos Valerio: moderación sobria, muy lejos de los protagonismos.