La Quinta Columna

Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam 

Si México ya cambió, ¿entonces por qué Miguel Barbosa y los agresores de panistas, funcionarios de la FEPADE local y un septuagenario se amparan en los argumentos más inverosímiles para evitar que la justicia caiga sobre ellos?

Luego de que trascendió que había órdenes de aprehensión en contra de los rijosos que encabezaron la toma del Hotel MM, responsables absolutos de la violencia desatada en todas sus modalidades, los influyentismos afloraron.

Lo curioso es que quienes se victimizaron y terminaron apelando la cultura de la impunidad son los mismos que llevan días repitiendo que México ya cambió.

En el México de antes del 1 de julio la impunidad y la inmunidad eran las cartas de un régimen caduco.

Tras la victoria brutal de López Obrador, ese México se fue al caño.

Cuando menos eso nos dijeron los mismos que hace unas horas manotearon en aras de que la justicia no se cumpla.

En cualquier país del mundo hay castigo para quienes organizan motines salvajes y llaman a la violencia en contra de cualquier grupo de personas.

En cualquiera, menos en México.

Aquí los demócratas pueden agredir hasta el cansancio —con una buena carga de humillación— y no pasa nada.

O sí: los demócratas se amparan en un argumento baladí: los golpeamos porque eran mapaches que alteraban actas electorales.

El problema para ellos es que la FEPADE federal dictaminó que ni el salón del MM era mapachera ni quienes ahí laboraban eran mapaches.

Su ridícula justificación, pues, resulta nula.

Son pandilleros que pronto tendrán fuero, pero vulgares pandilleros finalmente.

Las pruebas de su violencia están en todos lados.

Pero su pataleta tuvo éxito.

No serán castigados pese a que lo merecen.

Tiene toda la razón: México ya cambió porque después del uno de julio se volvieron influyentes, prepotentes, hijos de la impunidad.

Las Villanías y las Lealtades.

Un personaje del priismo nacional busca despojar a Antonio Hernández y Genis de la Delegación de Liconsa en Puebla para entronizar a su antiguo titular: Juan de Dios Bravo.

El problema en esta trama es que más allá del maltrato a un político leal al PRI están faltándole el respeto a Toño como ser humano.

Hay que decir que nuestro personaje dio una alta prueba de lealtad a su partido cuando rechazó la candidatura de MORENA por el distrito federal de Atlixco.

Hoy, quién lo dijera, Hernández y Genis sería diputado electo.

No lo fue por serle fiel al partido en el que ha militado desde hace décadas.

Qué pésimo pago a la lealtad.

 

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