Bitácora
Por: Pascal Beltrán del Río / @beltrandelrio

Resolver problemas es para lo que existen los líderes. Hay quien afirma, filosóficamente, que la vida no es otra cosa que sortear obstáculos. Pero más allá de ello, estoy convencido de que los mejores líderes son aquellos que logran evitar la mayor cantidad de problemas y que tienen una estrategia no impulsiva para poner fin a situaciones conflictivas o adversas cuando éstas aparecen.

Este tipo de líderes cuenta con la paciencia de observar detenidamente el problema. Lo estudian por arriba, por abajo y por los lados. Este proceso es el que más tiempo les lleva. Se proponen llegar a la raíz del asunto en cuestión antes siquiera de pensar en cómo atacarlo.

Para ellos, un problema es una oportunidad para poner a prueba sus conocimientos y su capacidad de ejecución.

Si un buen líder es siempre el coordinador de un equipo, el hecho de contar con asesores se vuelve invaluable cuando se trata de resolver problemas.

Durante mi vida profesional, he encontrado en el camino a muy buenos líderes. Cada uno con su estilo, por supuesto, pero no he conocido a ninguno que piense que tiene todas las respuestas. En cada caso, los vi resolver problemas consultando a las partes interesadas y a quienes tuviesen algo que sugerir desde el punto de vista de su experiencia.

También me he topado con quienes –por soberbia, obstinación, pereza mental u otras razones– se apuran a atacar un problema sin tomarse la molestia de considerar sus causas y su naturaleza. Líderes a los que les falta la sabiduría de entender que un problema no es sólo la parte bidimensional que tienen frente a los ojos.  

Esa forma de atajar los problemas suele llevar a esas personas a tomar decisiones que no sólo no resuelven los problemas, sino los hacen crecer o, en el mejor de los casos, sólo los cambian de lugar o de apariencia.

Si usted detecta una gotera en el plafón de su casa, puede poner una cubeta en el piso y esperar a que se llene, para luego vaciarla y comenzar de nuevo. Así, no habrá resuelto el problema. Incluso lo puede agravar, pues podría caerle el techo encima.

También puede cerrar la llave central del agua. Y aunque la gotera cesará, tampoco habrá resuelto el problema porque tarde o temprano necesitará bañarse, lavar los trastes, regar las plantas o jalar la cadena del excusado.

Lo que le indicaría cualquier plomero es que tiene que detectar el origen de la fuga y luego pensar en formas de detenerla. Sin idea de la causa, es muy difícil pensar en una solución efectiva.

Los expertos en resolver problemas dicen que 80% del tiempo debe usarse en detectar la causa y estudiar las posibles soluciones. El 20% restante es el que se emplea en ejecutar la decisión.

Por el breve lapso que ha pasado desde la toma de posesión, tengo la impresión de que el presidente, Andrés Manuel López Obrador, no se tomó el tiempo suficiente para estudiar la naturaleza de dos problemas que actualmente está empeñado en resolver: la ola de homicidios y el robo de gasolinas.

Creo que es encomiable que haya decidido hacerles frente, pero no parece estar siguiendo una estrategia como la que sugieren quienes han sido exitosos resolviendo problemas.

Tampoco creo que esté consultando a los expertos. Me baso en un comentario suyo en Reynosa, el fin de semana. “Yo tengo resistencias hasta adentro del gobierno, pero cuando digo ‘esto va’, es porque va”, afirmó.

Esas palabras son de quien tiene una idea fija de las cosas, no de quien tiene la paciencia de estudiar los problemas en todas sus dimensiones. También hablan de alguien a quien le gusta que se sepa quién manda, pero que no pide muchas opiniones.

Quiero insistir en que es encomiable reconocer que los asesinatos y el huachicoleo son, además de delitos, un par de problemas graves, con serias consecuencias para el país.

En el primer caso, López Obrador decidió que los enfrentaría con la Guardia Nacional. En contra de esta idea se han pronunciado varios expertos, quienes han dado sus razones. El Presidente aceptó que se posponga un poco el proceso legislativo para darle vida, pero se apresuró en sacar una convocatoria para integrarla.

En el segundo caso, mandó cerrar los ductos de la región Bajío y Occidente, aparentemente sin haber revisado los inventarios de las Terminales de Abastecimiento de combustibles, lo que ha llevado a una escasez de gasolina en varios estados.

No parece haber método, sino ideas fijas detrás del intento de resolver esos dos problemas. Estoy seguro de que el Presidente, su gobierno y el país en general se beneficiarían enormemente si López Obrador mandara sus instintos políticos a descansar un rato y permitiera que lo asesoren los expertos.

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