Los Guisantes de Mendel
Por: Víctor Florencio Ramírez Cabrera / @vicfc7

Existe el mito de que por tener petróleo México es un país petrolero. Sin embargo, si en algo tenemos uno de los mejores potenciales del mundo es en energías renovables, como solar, geotérmica y eólica.

Aún dejando de lado la lucha contra el cambio climático (que no debemos), el uso de la energía generada por estos recursos significa para el país competitividad, soberanía, seguridad y disponibilidad energética. Cualquier país que aspire al éxito debe aprovechar su potencial de energías renovables.

Si bien la red que alimenta desde Sonora hasta Chiapas y la península de Yucatán es muy amplia, fue diseñada para el aprovechamiento de grandes hidroeléctricas y de plantas de generación por hidrocarburos. En estos últimos casos, la ubicación de las plantas podía ser hasta cierto punto irrelevante, pues no se requerían condiciones geográficas específicas para generar la energía, sólo disponibilidad de hidrocarburos.

Sin embargo, la entrada de la solar y eólica cambian una parte de la ecuación. Si bien la solar está prácticamente presente con buen potencial en todo el país, la eólica tiene muy alto potencial también, pero concentrada en algunos puntos.

La zona más importante de México para eólica es el Istmo de Tehuantepec. A septiembre de 2018, según la Asociación Mexicana de Energía Eólica (AMDEE), en Oaxaca había una capacidad instalada de 2,360 MW, que es el 42 por ciento de la capacidad instalada total en el país.

Pero la energía se debe generar y consumir prácticamente al mismo tiempo, además de que las “carreteras” de electricidad son finitas. Si bien tenemos una red de transmisión enorme, es insuficiente para transportar toda la energía que se genera en zonas como el Istmo hacia los lugares donde se puede consumir, como el centro del país.

Cualquier experto que encuentre usted en materia eléctrica le dirá que lo más necesario para desarrollar el país en materia de renovables es fortalecer las redes de transmisión, además las redes generales de distribución, para efectos de la generación distribuida, lo que conocemos como techos solares.

Para poder aprovechar mejor esas zonas, hace unos años se inició el proceso de licitación de al menos dos líneas de transmisión (o “autopistas eléctricas”) que se harían mediante corriente directa. Es algo novedoso porque en casi todo el mundo la transmisión de electricidad se hace mediante corriente alterna, pues pierde menos tensión a la hora de transportar la energía (pérdidas técnicas, que se les llama). Sin embargo, el avance tecnológico ha logrado que con mejor costo-eficiencia, se pueda hacer transmisión eléctrica en corriente directa a grandes distancias.

Las licitaciones se hicieron para dos líneas, de Sonora a Baja California y de Oaxaca al centro del país.

Pero el viernes pasado, la CFE decidió cancelar la licitación de la línea que va de Oaxaca a Morelos.

Esa decisión, si es temporal, retrasa inversiones en la zona. Si es definitiva (al menos en este sexenio) frenará de forma abrupta el crecimiento de la eólica en Oaxaca. Y más: dado que las renovables son las fuentes de energía más barata que hay, esto tenderá a mantener precios altos en la energía. Si consideramos que esta supercarretera eléctrica iba a fortalecer el sureste y facilitar la interconexión con la península de Yucatán, una de las zonas del país con menos energía disponible y energía más cara, pues ahora se prolongará en el tiempo los costos altos de energía eléctrica y la dependencia de fósiles en esa zona.

Finalmente hay que decirlo: el costo de la transmisión sería cubierta por las propias tarifas. La expectativa era que el costo fuera menor que el actual, además de que el costo no era para un pago en una sola exhibición, sino que se iría pagando en el tiempo. Al final de un periodo que la propia licitación establecía, la línea de transmisión quedaría en manos de CFE.

La decisión parece un perder perder. Pierden los desarrolladores eólicos, los oaxqueños al limitarse las opciones de empleo, pierden los usuarios de energía al no tener opciones más económicas disponibles, pierde el sector eléctrico mexicano al cerrar una opción de transferencia tecnológica, pierde CFE pues ya había gastado unos 150 millones de dólares en derecho de vía y permisos y pierde el planeta al limitar el crecimiento de generación limpia, mientras que este año se nos anunció que se invertiría en seguir quemando hidrocarburos. Es una perdida esférica, pues de cualquier lado que se le vea, es pérdida

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