La Quinta Columna
Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam

La salud de un político en vísperas de una elección a la gubernatura es siempre un tema difícil.

Difícil para él, difícil para sus seguidores.

Nadie como ese político conoce el verdadero estado de su salud.

Es el caso de Miguel Barbosa Huerta.

Cuando como senador de la República fue víctima de la diabetes, supo que entraba, inevitablemente, a una zona oscura: severamente complicada.

Ahí se curtió y enfrentó una terrible consecuencia: la pérdida de uno de sus pies.

Así se lo dijo entonces a Ciro Gómez Leyva:

“Un descuido de mi parte muy grave provocó tener una infección en el pie derecho. Cuando acudí de manera muy seria al médico es que ya tenía una infección muy avanzada en el pie derecho, que me provocó una sepsis, ya no se pudo evitar, me amputaron el pie derecho. Estuve 12 días combatiendo una infección generalizada. Me recuperé. Nunca perdí el contacto con mis senadores.

“(…) Tengo una herida cicatrizada, tengo la ayuda de terapeutas, estoy en el Senado desde la semana pasada, voy de manera discreta”.

Y concluyó con una frase que hoy lo sigue marcando: “La política no para y el político que para, se rezaga”.

En ese tiempo, Barbosa era coordinador de la bancada del PRD en el Senado y tenía una gran interlocución con el presidente Peña Nieto, con los secretarios Videgaray, Osorio y Meade, y con Emilio Gamboa, presidente de la Junta de Coordinación Política de la Cámara Alta.

Desde entonces ya pintaba para ser presidente de la Mesa Directiva.

(Con el tiempo lo fue, y muy influyente).

Cuando entró a la zona oscura de su salud, los malquerientes del senador se frotaron las manos y alguno de ellos empezó a hablar de su relevo.

Lo veían acabado, triste, deprimido: hecho a un lado.

Fallaron en sus pronósticos.

Barbosa regresó más fuerte que nunca.

No sólo llegó a la Presidencia de la Mesa Directiva, sino que influyó en organismos y tribunales poderosos para vetar y palomear a algunos de los aspirantes.

A Santiago Nieto, por ejemplo, lo apoyó para llegar a la Fiscalía Especial Para Delitos Electorales y luego lo asesoró en los días terribles de su destitución.

Más tarde lo sentaría con López Obrador y le abriría con eso las puertas de la Cuarta Transformación.

Sin el pie derecho, pero con la brújula correcta, Barbosa organizó el éxodo de los senadores perredistas a Morena vía el PT, cuyo coordinador, Manuel Bartlett, vio con cierta envidia las luces que lo iluminaban.

Vino después lo que ya sabemos: la candidatura de Morena a Casa Puebla, el largo conflicto postelectoral, el fallo del Tribunal, el inicio de la Resistencia Pacífica, la caída del helicóptero Agusta, las reuniones privadas en horas de la Navidad, la puja por el gobernador interino, los manoteos, los manotazos y las patadas bajo la mesa…

Hoy, como en aquellos tiempos del pie derecho, otra vez se habla del estado de salud de Luis Miguel Barbosa.

Y como decía al principio de esta columna: sólo el involucrado sabe de qué están hechos su salud y él mismo.

Barbosa ya cruzó el infierno.

Lo conoce a plenitud.

Sabe dónde está el cuarto de máquinas.

Ha sentido el fuego de la muerte.

(Una enfermedad como la suya es muchas veces la antesala).

Bajó al infierno, sí, pero volvió.

Y con mayor fuerza.

Desde entonces sabe distinguir entre infiernos e infiernitos.

Y una frase lo acompaña: “La política no para y el político que para, se rezaga”.

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Los Adictos a Barbosa

Gabriel Biestro no da una desde que es presidente de la Junta de Coordinación Política del Congreso del Estado.

(¿Tendrá asesores? Yo lo dudo).

Primero permitió que José Juan Espinosa lo rebasará.

Luego soñó —como uno de los Tres Cochinitos, de Cri-Crí— que podría ser rey por un día, o gobernador interino por seis meses.

Todas sus jugadas han fallado.

Este lunes organizó una rueda de prensa para enfrentar la brutal carrera de Alejandro Armenta, pero con descalificaciones mayores y actos anticipados de campaña.

En efecto: él y varios diputados acarreados hicieron lo que dijeron que estaba prohibido hacer: destaparon a Barbosa como candidato a a la gubernatura.

(Un mediano asesor lo habría prevenido y alertado).

No hay forma de ayudarlo.

Sus patéticos pantalones stretch le han sorbido el seso.

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El Factor Armenta

Del lado de Barbosa hay una marcada preocupación por la carrera que el senador Armenta inició hacia la candidatura.

Y no hallan la forma de pararlo.

Ya le pintaron bardas para acusarlo de actos anticipados de campaña.

Ya lo descalificó Biestro de mil maneras.

Emilio Maurer atacó a la diputada Yadira Lira (simpatizante de Armenta) desde Twitter.

Héctor Alonso Granados, diputado convencido del Factor Armenta, ha sufrido también toda clase de ataques.

Ya no saben qué hacer.

El destape bovino de este lunes es una muestra del desconcierto en el que viven.

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