Diario de Viaje
Por: Pablo Íñigo Argüelles / @piaa11

En 1971 la cantante de folk Lori Lieberman fue invitada por unos amigos al concierto de Don McLean. El recital del cantautor, recién aparecido en ese momento, se llevaría a cabo en el mítico Troubadour de Los Ángeles.

Lieberman no tenía idea de quién era el tal McLean, jamás había escuchado nada de él: simplemente había sido invitada.

Nada más.

En los setenta, el Troubadour era la mejor sala de conciertos de la costa oeste, ganando importancia cuando Elton John se consagró en su tarima volviéndose súper estrella y prácticamente siendo un hogar, desde la década de los sesenta, para la fauna musical del pop de la época: The Eagles, James Taylor, Jackson Browne, Carole King.

Para Lieberman, una cantante en ciernes, el concierto de McLean resultó ser toda una revelación; dice, en una entrevista, que fue una completa epifanía. La delicadeza de los acordes de su guitarra tejana, la ternura de su voz, la sinceridad de sus letras. Pero el ápice de la noche, cuenta Lieberman, fue cuando el compositor dejó escuchar su más reciente composición: American Pie.

Un himno de los baby boomers, un mini universo por sí mismo que contaba en seis minutos una década convulsa que, para McLean, había empezado en 1957 cuando Buddy Hollie y Ritchie Valens se mataron un 3 de febrero en un avionazo y que en la canción describe -y describe bien- como el día en que murió la música.

            Lieberman quedó enamorada de la imagen precisa que proyectaban las letras, tanto, que al siguiente día, cuando se reunió con sus amigos compositores, lo primero que hizo fue intentar describir en una canción lo que el recital de McLean le había hecho sentir la noche anterior, pero sobre todo, lo que le había hecho sentir con una canción precisa: American Pie.

El resultado de su inspiración fue la reconocida canción Killing me softly with his song, misma que para quien la escuchado desde siempre, puede parecer que va sobre unos amantes que en medio de la noche bohemia se cantan canciones mientras beben y beben y les llega el amanecer.

Killing me softly, si se escucha bien y se aprecia la letra, da cuenta de una mujer (Lieberman) que llega a un lugar a escuchar a alguien desconocido (McLean) y queda anonadada.

Cuando Lieberman publicó la canción, en su primer álbum, una de las primeras personas en quedar fascinadas al escucharla a través de las ondas radiales fue Roberta Flack, a quien sólo le bastó una llamada para que su representante arreglara todo lo necesario para que ella misma pudiera interpretarla en su próximo álbum.

La versión de Flack, mucho más famosa que la original de Lieberman, convirtió a la afroamericana en toda una súper diva, haciendo que le nominaran a la categoría de mejor grabación del año para los premios Grammy de 1972, misma ceremonia y categoría para la que Don McLean estaba nominado con su canción American Pie.

¿Quién creen que ganó el Grammy?

 

Pues, sí, Don McLean no lo hizo. Fue Roberta Flack.

 

Serendipia

 

            Una canción es un mundo, y algunas veces un mundo mucho mayor que el que cabe en una grabación estándar de tres minutos y medio. La canción, el álbum, como quien dice, es la punta del témpano. Lo demás, lo que no sabemos, yace en el fondo.

Ahí está la verdadera historia.

 

Seguiré contando.

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PS

 

Le hice una cuenta de Instagram a mi perro y el muy cabrón me dio unfollow.