La Quinta Columna
Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam
Las victorias, está clarísimo, se huelen.
También las derrotas.
Pero el olor de las victorias es vibrante, lleno de matices, similar al cielo redondo del verano.
Las derrotas huelen a cloaca, a rata mojada a la mitad de un cuarto oscuro, a comida echada a perder.
Miguel Barbosa Huerta le dijo a quien esto escribe que en la elección pasada olió la victoria muchas veces.
Hoy es distinto.
El olor que huele es otro.
Y viene acompañado de una gran marea.
El año pasado iban con él una muchedumbre y ese gran fenómeno que es el lopezobradorismo.
Hoy se le han sumado bloques enteros, partidos, dirigentes, empresarios.
El estado se partió en dos: los que están con él y los que están a punto de sumársele.
Tantos son que uno se pregunta quién quedó al pie de la orilla.
El rostro aburrido de Enrique Cárdenas es la rápida respuesta.
Una vez sumado Alejandro Armenta, el candidato de Juntos Haremos Historia continúa su ruta crítica hacia la gubernatura de Puebla.
No hay nubes negras en el cielo.
No hay visos de tormenta.
En su escenario —trazado por él mismo desde el primer día— nada parece perturbarlo.
Desde su primer lugar en las encuestas —incluyendo las del PAN—, mira con catalejos a sus supuestos contrincantes.
El del PRI, Alberto Jiménez Merino, envuelto en la maraña del escándalo Marín.
El del PAN, Enrique Cárdenas, rehén absoluto de una derechita cobarde que tiene ocurrencias en lugar de ideas.
Ambos forman el parque temático de la frustración.
Un cordón sanitario —montado por los ciudadanos— los mantiene aislados para no infectar el ambiente.
En tanto, Miguel Barbosa sigue recorriendo el estado como si fuera en último lugar.
Los otros, en su calma chicha, le apuestan a un milagro.
Y un olor a rata húmeda les llega desde sus habitaciones.