Bitácora

Por: Pascal Beltrán del Río 

El video no ha dejado de darme vueltas en la cabeza. 

Un grupo de ocho niños, en formación militar, algunos de ellos embozados. Al frente, el mayor de ellos lee un texto que casi seguro fue escrito por un adulto. Habla ante un micrófono que probablemente le entregó otro adulto y frente a una cámara que maneja uno más.

“Por cada comunitario que nos maten, vamos por diez sicarios”, dice el niño, leyendo el guion.

Niños que hablan de matar. Niños que no aprenden el debido proceso, sino la Ley del Talión.

Cierto, no tienen en las manos armas reales sino réplicas de palo, pero el video es igualmente alarmante.

Días antes, un estudio de Unicef dio a conocer que más de 10 mil menores de edad fueron asesinados en México entre 2010 y 2017, un promedio de 3.6 al día. Con el cambio de gobierno no se modificaron mucho las cosas, pues, de acuerdo con la Red por los Derechos de la Infancia, en el primer trimestre de este año hubo 285 homicidios de niños, un promedio de 3.2 diarios.

Los niños no sólo son expuestos a la violencia criminal de forma creciente –y tres de ellos se vuelven víctimas directas de ésa cada día–, sino que miles se incorporan a actividades delictivas, ya sea obligados por adultos o por imitación de lo que éstos hacen.

Entre 2015 y 2016, 18 mil 387 menores de edad ingresaron en un centro de tratamiento por participar en diversos delitos. De esa cifra, mil 21 (5.5%) fueron detenidos por asesinato.

Desgraciadamente, no son nuevos los casos de niños sicarios. Muchos recordarán a El Ponchis, el menor que, se presume, participó en ejecuciones en Morelos, antes de ser capturado en 2010, cuando tenía 14 años de edad.

Pero el video al que me refiero inquieta aún más porque refleja un proceso organizado de adiestramiento e incorporación de niños a un cuerpo de las llamadas “policías comunitarias”. Las imágenes se grabaron en Rincón de Chautla, Guerrero, perteneciente a uno de los municipios rurales con mayor grado de violencia en el país: Chilapa de Álvarez.

Esa comunidad fue escenario de un enfrentamiento entre “policías civiles” de la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias-Pueblos Fundadores (CRAC-PF) y presuntos integrantes de la banda criminal Los Ardillos. Aunque la balacera, sucedida la tarde del 27 de enero pasado, dejó dos muertos, fue precedida por otra, en un camino rural que lleva a la comunidad de Paraíso de Tepila, donde murieron diez personas. Si bien los comunitarios alegan que los asesinados eran criminales, autoridades agrarias los identificaron como miembros de otro grupo de autodefensa, llamado Paz y Justicia.

El niño que habla en el video dice que sus compañeros son “sobrevivientes de un ataque sanguinario”, pero la información disponible sugiere que el grupo rival puso todos los muertos ese día. En todo caso, debiera preocuparnos a todos que las “policías comunitarias” hayan comenzado a organizar columnas estilo guerrillero integradas por menores de edad.

El fenómeno de los niños soldados se ha hecho presente en diversos conflictos armados en todo el mundo. En Colombia, las FARC utilizaron a unos 12 mil niños entre 1975 y su desmovilización, en 2017, de acuerdo con la Fiscalía de ese país.

Permitir que menores de edad, que debieran estar en la escuela, participen activamente en un grupo armado –así sea por supuestas razones de autodefensa– eleva el umbral de horror que los mexicanos hemos vivido desde hace ya casi 15 años.