Mesa Cuadrada
Por: Gabriel Reyes Cardoso / @GabrielReyesCa3

La política digital ya era virtual pues trabaja con imágenes y todos sabemos que las imágenes no son reales. Se hacen a modo, según se necesite.

La política también se realizaba en un entorno virtual, ya que cada partido político y cada líder veía algo diferente a lo que veían y vivían sus electores.

Por ello, los políticos tradicionales difícilmente se conectaban con sus electores y casi imposible trababan contratos de servicio con ellos. Sólo pedían y aceptaban votos, algunos reales, algunos virtuales, por aquello de los mapaches electorales que dicen que no existían pero que, en algunas elecciones, hacían milagros. Lo que sigue era responsabilidad discrecional solo de los políticos.

Falsedad y Virtualidad son muy cercanos en su significado, aunque ahora no son conceptos idénticos, pero su origen los hermana. No son reales por más que los expertos digitales quieran convencernos de lo contrario.

Ahora los electores están involucrados en una temporada que oficializa y por momentos concede mayor verdad a los entornos virtuales.

A lo mejor es porque su decepción de la política real es tal que prefieren formalizar la verosimilitud para no aceptar las trampas de una realidad que, escondida por muchos años, terminó por no ser cierta.

Pero la realidad es terca y ha jugado bromas que no son virtuales.

Algo falla en esos hasta hace 19 años, paraísos políticos no verdaderos. Precisamente es en los entornos virtuales donde se ha generado la mayor rebelión de los ciudadanos.

Al entrar, los ciudadanos entre 18 y 45 años, la franja mas grande del electorado, a los mundos de la realidad tecnológicamente virtual, los políticos han tenido que aceptar su pobre condición de migrantes digitales y sus imposibilidades, para entender y controlar a los usuarios, ahora llamados cibernautas aunque por temporadas sean electores digitales.

El debate virtual se ha vuelto más real que el que se realizaba por minutos en una plaza pública. Se ha tornado más difícil y contradictorio, porque antes uno acudía a oír, al candidato y sus socios. En el entorno virtual, platicamos más los electores que los políticos y los candidatos.

La 4a. Transformación navega en esa realidad real. Utiliza los modelos antiguos de la comunicación política y enfrenta los modelos recientes de la política digital. Va perdiendo, aunque dispone de un ejército puntual, eficiente, oportuno y bravo que lo defiende.

Y es que las decisiones presidenciales son reales, pero quizá algunas puedan no entenderse y se acepten apenas en sus buenos propósitos. No podría ser de otra manera.

El presidente está transformando radicalmente todo y ese todo ni se transforma a la velocidad que uno quiere, ni se deja hacerse fácil.

Navegamos en una realidad real que nos dañó e hizo que rechazáramos los paraísos virtuales que los anteriores gobernantes habían ofrecido. En tanto la oferta presidencial actual no se realice, algunos la seguirán pensando realidad virtual.

Qué quiere, la mula no era arisca.

El Presidente no ha logrado sintonizar, odios, venganzas y esperanzas en un solo canal y las ventanas digitales se multiplican al mismo tiempo. Nuevas voces de discenso surgen y formalizan plataformas virtuales y pretenden construir entornos virtuales como si de verdad la realidad viviera dentro de internet.

Algo falta por aprender y a lo mejor es gestionar un hiperliderazgo virtual, por lo menos para entender, orientar y controlar el debate virtual, donde no todo es positivo para las oportunas intenciones presidenciales.

No hacerlo implica descuidar al mayor número de votantes que, fueron, paradójicamente los que más apoyaron al actual presidente.