La Quinta Columna
Por Mario Alberto Mejía

La política y la actuación van de la mano.

Los políticos —sobre todo los latinoamericanos— son esencialmente actores.

O actrices.

Según el caso.

El político miente porque la actuación es una forma de la mentira.

El actor representa un personaje en escena.

El político hace lo mismo.

La simulación es parte del juego.

Sólo en la zona privada el político se muestra tal como es.

Mentiras, simulación, ésa es la esencia de la política.

Aunque hay políticos que son malos actores de sus emociones.

A muchos les sorprendieron los dichos del gobernador Miguel Barbosa durante los informes de los alcaldes poblanos.

¿Por qué?

Porque les pareció inadecuado que los exhibiera en público.

¿Tuvo razón el gobernador en dejarlos —a algunos— en calidad de parias?

Sí.

No merecían otro trato.

Por supuesto que esto se sale del protocolo oficialista en el que a lo largo de los años se alojó la política mexicana.

También se sale del formato de mentiras y simulación.

Los irritados, faltaba más, son los políticos.

La gente del pueblo fue la más feliz con ese ejercicio de Big Brother.

No es normal que a un alcalde como Patjane —alcalde de Tehuacán— le digan en su cara que es un embustero, ladrón, corrupto, simulador, mentiroso y frívolo.

Menos aún que quien se lo diga lo haga de frente, en público, ante su propia prometida: una empleada de Patjane, por cierto.

El gobernador Barbosa lo hizo así días atrás, y la gente de Tehuacán quedó encantada con el arrojo y la sinceridad.

A todos les gustaron esas palabras.

A todos, menos a Patjane y a su novia.

Lo mismo ocurrió en el Cabildo del Ayuntamiento de Puebla, cuando el gobernador exhibió a una alcaldesa abducida por los marcianos: Claudia Rivera de Jodorowsky.

Miguel Barbosa, siempre en su estilo, le dijo todo lo que los poblanos pensamos de ella.

Y ella, faltaba más, recibió la paliza con una sonrisa.

Esa eterna sonrisa que no se quita nunca.

Una vez, no hace mucho, una señora de condición humilde se le acercó para pedirle ayuda.

La respuesta de la señora Jodorowsky fue: “Sí, mija, búscame mañana”.

Y se le dijo con esa sonrisa de yogui feliz que la acompaña a todas partes.

El día siguiente llegó, la señora la buscó, pero fue inútil: la alcaldesa no estaba.

Y no estuvo nunca más para alguien como ella.

El día que el gobernador Barbosa definió su mediocre gobierno, la yogui extraordinariamente feliz no se dio por enterada.

Y es que estaba haciendo los ejercicios de respiración que su gurú le aconsejó: “Respira, suelta… Respira, suelta…”.

La señora Jodorowsky y su sonrisa terminaron siendo borradas y exhibidas por el gobernador en un ejercicio que mucho se le agradece.

Y es que no se ve todos los días que los alcaldes frívolos y mediocres sean puestos en un aparador con esos letreros.

Hay que acostumbrarse a la sinceridad del gobernador.

Y más que sinceridad, transparencia.

Y más que transparencia, honestidad.

Honestidad para exhibir a esos parias que mal gobiernan sus municipios como si de veras el voto popular los hubiera llevado a donde están sentados.

Por eso, y para que no lo olviden, el gobernador les recordó que ellos no ganaron sus elecciones.

Fue López Obrador quien los hizo ganar.

Por cierto: la señora Claudia Rivera de Jodorowsky terminó —en algunos aspectos— como el personaje femenino de una canción de su admirado Joaquín Sabina.

Vea el hipócrita lector:

“Maldito sea el gurú / que levantó entre tú y yo un silencio oscuro / del que ya sólo sales para decirme / ‘Vale, déjame veinte duros’. / Ya no te tengo miedo, nena, / pero no puedo seguirte en tu viaje. / Cuántas veces hubiera dado la vida entera / porque tú me pidieras llevarte el equipaje. / Ahora es demasiado tarde, princesa, / búscate otro perro que te ladre, princesa.”

Ufff.

Es lo que hay.

 No queda mucho.