Problema. Toda aquella institución que quiere y necesita estar más allá de su propia realidad, requiere hacer una valoración de este tipo de trabajo para alcanzar una mayor fuerza proyectando esfuerzos colaborativos

Por: Gonzalo Inguanzo Arteaga

En estos días he tenido la posibilidad de organizar y ser parte de dos encuentros internacionales: el VIII Encuentro de Homólogos, de la Red de Cooperación Académica y Relaciones Interinstitucionales de AUSJAL y la Conferencia Internacional de Instituciones Jesuitas de Educación Superior. El tema que convocó a más de un centenar de representantes de todo el mundo fue la transformación social a partir de un trabajo en redes y se pudo escuchar la voz de cada una de las asociaciones que se han conformado en todo el mundo para organizar a las casi 200 instituciones que están confiadas a la Compañía de Jesús

Mi reflexión que comparto en este escrito es sobre un tema que estos días se encuentra en la mesa de diálogo de toda aquella institución que quiere y necesita estar más allá de su propia realidad, pues sin lugar a dudas el trabajo en redes potencia nuestro quehacer y nos permite ser más de lo que nuestra realidad nos permite ser. 

En el trabajo en red está implícita y explícita la labor colaborativa y enriquecedora, donde se relacionan a través de esfuerzos recurrentes los recursos del propio centro con los de la comunidad, para juntos alcanzar una mayor fuerza, sacando provecho de lo que nos ofrece el entorno inmediato para lograr una educación de calidad. En la búsqueda de sumar esfuerzos de varias instancias se puede definir el trabajo en red como el trabajo sistemático de colaboración y complementación entre los recursos locales de un ámbito territorial. 

En las sesiones de diálogo y presentación de experiencias de cerca de 40 universidades se profundizó en la necesidad de una articulación desde una perspectiva comunitaria, es decir, se precisa de colaborar de forma sólida y sistemática, evitando duplicidades en las funciones que se llevan a cabo en la búsqueda de potenciarnos desde una sinergia progresiva.

Dentro de los elementos que fueron señalados como imprescindibles a tener en cuenta para potenciar las redes que ya existen pero que no han alcanzado su máximo esplendor, se destacan:

•El reconocimiento de las estructuras que la sostienen, pues las realidades o la cultura de cada uno de los países terminará por impactar el tipo de colaboración que se pueda desarrollar. Las diferencias deben ser consideradas desde una visión positiva y así se podrá lograr que la articulación sea posible y además fructífera.

•El ajuste del accionar a las realidades locales y regionales, esto en relación al reconocimiento de las necesidades siempre dinámicas y la comprensión de los retos particulares.

•El trabajo colaborativo efectivo y centrado en una lectura de las metodologías más viables, además de generar acciones que modulen el impulso a una motivación que vincula aspectos intrínsecos y extrínsecos.

•La necesidad de que las redes sean de diversa índole: educativas, de gestión académicas, gestión de procesos administrativos, de formación docente, de investigación interdisciplinar e intradisciplinar, de internacionalización en diferentes niveles, etc.

•Que las redes sigan la ruta de una planificación estratégica donde lo más importante no es el documento que emerja sino la libertad de espíritu, la escucha y el discernimiento para buscar el bien mayor que orientaron el proceso de planificación.

*El uso intensivo de las herramientas o mediadores tecnológicos, como ente fundamental para que la colaboración pueda darse desde una perspectiva más amplia.

Como cierre de esta reflexión es importante citar un elemento que es reconocido tanto por aquellos académicos con una trayectoria de muchos años en la creación de la redes de colaboración, como por aquellos que recién comienzan, lo que se puede alcanzar o lograr depende en gran medida de la voluntad y el compromiso de cada uno de los actores implicados, es vital el cara a cara, el poder reconocer no sólo a quien realiza la función, sino a la persona que se interesa por dejar una huella que muchas veces se visibiliza años después.

Eventos como los que acabamos de vivenciar nos dan certeza y coincidencia de la necesidad imperante de reflexionar en comunidad sobre los retos globales, regionales y locales que pueden ser comunes para poder identificar iniciativas de trabajo colaborativo en red para sumar valor agregado al cumplimiento de nuestra misión. El trabajo en red no debe quedar en palabras, debe ser realidad que permita potenciar lo que añoramos ser.