Mesa Cuadrada
Por: Gabriel Reyes Cardoso

Al principio todo gobierno improvisa. Integrarse en lo que hay, filial o no del pensamiento propio, confunde la emoción y las prisas con las urgencias y las importancias. Complica decidir a pesar de traer planes y programas construidos en un largo proceso y meticulosos cuidados.

En política, todo es inédito, por eso ninguno es experto. La presión de las expectativas creadas durante la campaña y el real desconocimiento de las reglas del nivel a donde se llega, engulle a todo nuevo gobernante. A todos, sea cual sea su definición ideológica, su experiencia, su intención y sus capacidades personales.

Sin embargo, el gobierno federal tiene una estructura y una tradición que le permiten, hasta cierto límite, un blindaje para contener un margen extremo de improvisación o capricho. Por eso ninguno debe desesperarse.

Todos creemos en la intención sana de transformar y recomponer la casa, porque el Presidente como persona, es congruente consigo mismo y ha demostrado voluntad honesta, vocación por transformar y firmeza para corregir. Por eso se ha ganado el respeto de todos y el respaldo de las mayorías.

Ha transcurrido el primer año y nos queda muy clara su primera importancia para eliminar la corrupción y la impunidad. Ha construido condiciones para que se erradiquen esas prácticas,pero sobre todo, para que no vuelvan a ser, la característica fundamental de nuestro gobierno.

Ha establecido una novedosa estrategia en contra de la inseguridad y la delincuencia organizada, contraria al típico formato de combatir con violencia a la violencia.

El país ya la soportó en todas expresiones y ha intentado frenarla con todas sus capacidades durante largo tiempo. El cansancio y sus estragos en las vidas y los patrimonios, desespera y sugiere que es justo explorar otras alternativas.

Lentamente todos hemos entendido la forma personal de pensar y su estilo de gobernar. Pocos podrían rechazarlo. Todos viajamos con El entendiendo que el tiempo es una condición para transformar y corregir.

Confiamos, que este periodo de ajuste haya establecido las condiciones para una radical transformación en nuestros procesos de decidir lo que interesa a todos. Especialmente en los nuevos procedimientos de gobernar y administrar la riqueza social.

Por eso, espero, que este segundo año, incluya mayores espacios para hablar de un vasto programa de obra publica, dimensión indispensable de todo buen gobierno que aspira a mejorar, en la realidad, las condiciones de vida de la población.

Comparto las expectativas de nuevas evidencias de que Mexico se está transformando deliberadamente. Que las mayoría de los 22 millones de mexicanos que reciben apoyos monetarios se vayan reintegrado al sistema productivo o se hayan establecido en un nicho de oportunidad para disminuir las presiones sobre la población económicamente activa.

Pero sobre todo, confío en que nuestra apuesta por la renovación total, radical, de nuestros sistemas de vida, al erradicar los vicios humanos, multiplique capacidades de respuesta eficientes en la calidad de la vida de todos. No es el ideal disminuir únicamente pobrezas.

Aumentar el ingreso familiar seguirá siendo una condición inevitable para un cambio general de situaciones.

Confío en que vamos en ese camino. Pero, mexicano viejo, como lo estoy, espero que ninguna innovación, en ningún sentido, detenga la construcción de una democracia, que ha sido razón o pretexto de todos para llegar al poder, que ha sido esperanza y fé de todos para que vivamos diferente y mejor.

Ningún camino para la transformación exige moralmente, la destrucción de nuestra democracia, imperfecta, injusta, violada, violentada, confundida y a lo mejor prostituida.

Pero es esta democracia, precísamente, la que permite, pensar en transformar radicalmente todo, sin disolver la sociedad, sin cancelar sus propias posibilidades de pensar y actuar.

Porque México no esta, ni estará hecho para la voluntad de un solo hombre, por iluminado que sea.

Y claro, yo, sigo creyendo que el Peje, no desea ni necesita eso.