Se han desatado las opiniones sobre la mujer, el feminismo, el machismo, la violencia contra la mujer, la lucha y esa moda en las ideas cascaronas, en el pensamiento espumoso y en la reflexión de plástico duro que abunda en la redes. La libertad de opinar, es igual a la libertad para decir cuanta pendejada pueda decirse en las redes sociales, bajo el uniforme del momento y de todo aquello cuanto esté de moda; nadie niega que la moda se da en todos los ámbitos. Y esa es otra triste violencia que nadie quiere detener y que va por el Facebook como derrame, como la apariencia que todos necesitan en la vida para estar a la altura del estatus promedio y decente.
 
Esa turba de opinadores que asoman la lengua por las ventanas del tuiter donde pareciera, que sí están preocupados por la violencia del país y de verdad están preocupados por la muerte de los mexicanos, esos encabronados con el presidente que vociferan todo el día y llegan al colmo de contar y calificar las palabras del presidente, como si los contadores de las máquinas nos guiaran a la comprensión. O esos que en sus políticas anti aborto, ahora resultaron feministas con el paro del nueve. Un paro que lo han vuelto artificial, lejano al sentido que tuvieron otras protestas, aunque en él haya mujeres que luchan de verdad y creen en sus ideales. Y claro, todas paran porque no ir a trabajar les viene bien. Y hasta los gobernadores “les permitieron” faltar a su trabajo sin sanciones. Un escenario en el que las tuiteras de la derecha y la izquierda y el centro, tuvieron lugar para decir teatralmente que se vestirán de morado, para que “no nos maten”, para que no haya maltrato, para que se detengan los feminicidios y usando una gran cantidad de frases hechas, sin dejar de lado el agregado de sus inclinaciones políticas.
 
No creo en la verborrea de las redes sociales que siguen teniendo una influencia grande y siguen uniformando ideas, modelando y haciendo crecer formas de vida, que bajo las leyes de la apariencia, opinan, dan ejemplo, y marcan líneas por las que todos deben seguir y aquel que diga lo contrario, será evidenciado, quemado en la leña verde de las redes y en consecuencia linchado “para que no vuelva a hablar mal de lo que no debe”. El derecho a disentir de los demás debe prevalecer, además del respeto a los que piensan distinto, sin que por eso se pierda el trato o sean castigados (recuérdese a los trabajadores de los gobiernos que debían votar por el partido de su gobernante).
 
Pero yo pienso en las mujeres pobres de México que el nueve no pararon, porque no entendieron, porque no están en su vida las razones para “parar”, porque no supieron del asunto y porque para ellas no había que “parar”, o sencillamente porque el empresario dueño de la tienda, la fábrica, la maquila o la empresa en la que les mal pagan por ser mujeres, no las dejó faltar y hasta las amenazó con descontarles el día. O casos como las escuelas donde por orden del director o directora, las niñas no van a faltar porque ellas son menores de edad, o las trabajadoras que les permitieron faltar el nueve, pero los empresarios o empresarias, les exigen reponer las horas de trabajo durante la semana. En ellas pienso y en los criterios que ejercen una violencia de ese tipo sobre ellas, y que es en ellas, en las que hay que poner atención, más que en las falsas y teatrales heroínas pagadas como Denise Dresser, y otras que aprovecharon el paro, como caballo donde montarse y hacerlo pasar como su potro de la democracia y en ancas, manifestar a gritos su especial preocupación por “las mujeres de Mexico y el mundo”.
El paro debería tener el carácter de huelga y no un paro alegre y casi festivo que curiosamente va contra la muerte, porque ya se volvió terreno fácil para la presencia de aspirantes a puestos públicos próximos, de figuraciones públicas de los que quieren validar su figura y hacerse los feministas, los progres, los educados, los cultos y liberales, es decir el personaje público perfecto en épocas del facebook, que sirve para expandir apariencias y mentir con facilidad como lo dijo Baumann. Y puede ser cualquier fecha conmemorativa, cívica, festiva, da lo mismo; se montan en “el tema” como dicen, y opinan, sacan la cabezota y dicen por decir y se dejan ver para que los vean, nada más allá.
 
Y vuelvo a las mujeres pobres que son la mayor cantidad y que de verdad no tienen voz, ni información y siguen siendo invisibles desde hace muchos–muchos sexenios. Y como es primera vez que un presidente piensa y nombra a los pobres, más invisibles quieren hacerlos los rabiosos medios de comunicación, salvo cuando les sirven, como el caso Fátima en el que llegaron al colmo en la utilización. Son esas mujeres de la pobreza las que tienen más problemas, y no solo de violencia, y son las que sufren una violencia histórica. Esas mujeres ni marchan el ocho, ni paran el nueve. Y son ellas las que deben estar hasta la chingada de la violencia que es su pan diario, del machismo que ven como normal, porque la iglesia les enseñó también a obedecer. Son las mujeres pobres a las que la ignorancia ha azotado desde hace muchos años y que son la mayoría. En esas mujeres pienso, en las abandonadas que tienen que trabajar por fuerza, y que no tienen más, porque sino sus hijos no comen, esas mujeres al margen de las pantallas del Facebook y el tuiter y que “en su nombre” otras van y marchan y paran, aunque en realidad, no estén haciendo nada por ellas, y sí las lleven como bandera.
 
Y así va nuestra historia. Primero la imagen, segundo las frases hechas, y hasta allí. No les creo. Son esta nueva clase de mujeres y hombres que hoy son feministas de Tuiter, Instagram y Facebook. Y en la oscuridad de su casa, serán lo que son. ¿Quién lo sabe?.
 

Las opiniones expresadas por los columnistas son independientes y no reflejan necesariamente el punto de vista de 24 HORAS PUEBLA

 

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