Puebla es la única entidad en el país que no ha permitido la reapertura de los restaurantes, uno de los principales motores de la economía del estado.
El consumo de alimentos en estos establecimientos es necesario, ya que se ha convertido en lujo impostergable para muchos que acuden a restaurantes exclusivos, y una necesidad apremiante para quienes laboran y acuden a una fonda o a un restaurante convencional, un fenómeno que se vive no sólo en Puebla, sino en el país y el planeta.
Las razones que ha esgrimido la autoridad para mantener el cierre de los restaurantes tienen que ver con el bienestar de la población, a fin de frenar la curva de contagios por coronavirus.
Si es acertada o no la decisión, se sabrá en el mediano plazo.
Lo cierto es que, con todo y esta medida, no se logra aplanar la curva y los cierres de negocios de comida, la pérdida de empleos y la abrupta caída en sus ingresos agudizan la crisis económica en esta industria y todas las que de ésta dependen.
Los empresarios restauranteros se encuentran al borde del precipicio, pues en México no hay empresa que aguante cuatro meses sin ingresos, pero con muchos gastos como la nómina de sus trabajadores, las aportaciones al Seguro Social y los básicos como la renta, agua, luz, telefonía, Internet y servicios paralelos.
Para Puebla no es un tema menor debido que contamos con una de las gastronomías más envidiables del país.
Precisamente es en este momento cuando la Temporada de Chiles en Nogada mueve de manera importante el ciclo económico que sólo en 2019 atrajo una derrama de 400 millones de pesos, comercializando tres millones 100 mil chiles en nogada a través de más de nueve mil establecimientos.
La industria restaurantera estatal genera nada menos que 65 mil empleos, representando el 16.8% del Producto Interno Bruto (PIB) local.
Lo que muchos se preguntan es por qué el gobierno no tomó la misma decisión con el sector restaurantero que con el industrial-automotriz.
¿Será que entonces se tendría que enfrentar con el reclamo de empresas trasnacionales como VW y Audi?
¿Será que de haber retenido la reapertura de la actividad de aquel sector haría enojar al mismísimo presidente López Obrador, ante la presión del mercado norteamericano?
Los restauranteros han tenido que asumir el compromiso ─de buena voluntad─ para no trasgredir los decretos estatales, pero se observan a sí mismos como aquellos jugadores de futbol que hacen fair play en el partido, mientras el equipo contrario (los ambulantes) les anotan gol.
Porque la incapacidad de la autoridad municipal ha provocado una competencia desleal.
Acuden a restaurantes formales para clausurarlos, mandan toda la caballería para colocarles sellos y los exponen a la opinión pública como si fueran delincuentes, pero se hacen de la vista gorda cuando los informales comercializan todo tipo de alimentos sin las mínimas medidas de sanidad.
Por lo pronto, restaurantes emblemáticos como el Royalty han tenido que decir adiós porque, aparte, nadie les ofreció ni una aspirina… menos un respirador artificial.
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Hablando del municipio de Puebla, ayer ocurrió un hecho que raya en la comicidad y en el terror… al mismo tiempo.
Desde meses atrás, los delincuentes encontraron un nicho de mercado para sus actividades ilícitas en las tiendas de cadena como Coppel, Elektra, Famsa y hasta Sam’s Club.
Los robos se registraban en colonias de la periferia como Bosques de San Sebastián, Amalucan, zona de la Capu y Castillotla, entre otras.
Pero, con el paso de las semanas, se fueron acercando.
Uno nunca se imaginó que se metieran al patio principal del dueño de la casa, en este caso del Ayuntamiento.
Resulta que un grupo de ladrones se atrevieron a asaltar una de estas tiendas ubicadas en la avenida Reforma y 5 Sur… ¡a dos calles de la oficina de Claudia Rivera, la que se dice ser presidenta municipal de Puebla!
De ese tamaño.