El papel de la cultura en la economía mexicana ha sido relevante en los últimos años, en especial por su grado de participación en la conformación del Producto Interno Bruto (PIB).
La cultura tiene un relevante valor económico e implica que existe un consumo y oferta crecientes.
“En aportaciones a la economía, este dato nos dice que la cultura es superior incluso al sector primario (agricultura, ganadería, pesca y minería), la cual en 2018 aportó el 3.1 por ciento del PIB”, indica el doctor Pablo Sigfrido Corte Cruz, investigador de la Facultad de Economía de la BUAP.
Sin embargo, a pesar de su valor económico y de que en 2015 se creó la Secretaría de Cultura, este ramo carece de políticas para su fortalecimiento.
El investigador, del Cuerpo Académico Gestión y Desarrollo, refiere que para crear políticas de fomento a la cultura se necesita involucrar a la sociedad civil en el diseño y gestión de estas. Así, la participación de los ciudadanos refuerza la idea de una democracia inclusiva.
Asimismo, se requiere vincular al ámbito educativo. Al respecto, el académico sugiere que algunas de las estrategias para establecer una política cultural serían enseñar en secundaria una lengua originaria, como náhuatl, totonaco o popoloca, con el fin de consolidar la identidad cultural.
El doctor Corte Cruz comenta que existen actividades culturales, pero no una política en la materia. Este vacío es producto de la poca importancia que tiene la cultura en diferentes ámbitos políticos, lo que se refleja principalmente por una disminución del presupuesto destinado.
La inclusión de la cultura en el desarrollo sostenible presenta el reto de cómo entender este concepto. La tendencia actual es distinguir entre uno amplio, como la base de todos los ámbitos del quehacer humano, y otro limitado a productos intelectuales, espirituales y estéticos.