El diputado plurinominal del Partido Acción Nacional, Oswaldo Jiménez López, cerró la semana con un par de deslices declarativos que no pueden ser desatendidos por los excesos que rayan en una condición inherente a algunos de los cuadros que integran ese partido político: la doble moral que también apuesta al olvido y la flaca memoria.

Eran los inicios de la crisis sanitaria por la irrupción del Covid-19 cuando una persona en el centro histórico entregó al autor de la Parabólica un frasco en cuyo contenido se advertía gel antibacterial. De unos 100 mililitros con una característica imposible de soslayar: la etiqueta tenía la fotografía del diputado panista, envuelto en los colores del partido que le ofreció la posición que ocupa por los buenos oficios de su tío político, el exgobernador Antonio Gali Fayad.

Ese día que la fotografía fue subida a las redes sociales de este medio, el diputado por quien el autor de la columna siente simpatía, se puso en contacto para argumentar un montaje para desacreditarlo ante el evidente gesto carroñero y oportunista en medio de una sociedad presa del miedo, el estrés y la incertidumbre que vivía un inédito confinamiento.

Una forma de guerra sucia ingeniosa… y costosa. La adquisición, envasado, etiquetado y distribución de un producto que en el mercado negro se encontraba a precios elevados debido a la voracidad en la lógica del mercado, hacían suponer una argumentación insostenible, ingenua y torpe. Así que el beneficio de la duda hizo lo suyo.

Traer ese episodio fugaz es preciso por el exabrupto del presente: acusó ese mismo legislador un uso electoral de su compañero de legislatura, Gabriel Biestro, por haber posteado en redes sociales sobre la llegada del primer lote con las dosis para inmunizar al personal del sector salud ante el riesgo de contagio de Civid-19.

No hay mucha coherencia entre el imbatible guardián de la virtud virginal de nuestra democracia electoral y el audaz promotor de sí mismo en el periodo de la peor etapa de la crisis de salud en México y en el país.

No fue el único exceso en la conducta desaforada de este precoz actor de la vida política. En su aventura opositora demostró desconocimiento de un conjunto de hechos. Haber tenido más cuidado en el uso de su discurso fácil lo habría puesto a salvo del escarnio y bochorno.

En la defensa ciega a la dirigente de su partido Genoveva Huerta por el desaseo en la designación de futuras candidaturas que ha despertado repulsa militante, acusó al columnista de formar parte de la “comentocracia” oficialista que se beneficia de los “jugosos convenios” que sólo existen en el imaginario de un párvulo como él.

El autor de la columna forma parte de una empresa periodística que genera utilidades para soportar una nómina de profesionales del periodismo, pero difícilmente lo entenderá. Algo de eso debió haber aprendido en la carrera de administrador de empresas por la UPAEP, o como socio de la firma Introvit, S. de R.L, de la que fue socio, según publicó e-consulta en mayo de 2019.

@FerMaldonadoMX

Parabolica.mx por Fernando Maldonado