Desde las retas escolares hasta las callejeras, al jugador más dotado de técnica, al más creativo o al veterano ilustre se le reservaba el dorsal ‘10’. Era la estrella del equipo, quien movía los hilos de un lado a otro, quien hacía las jugadas de fantasía, se inventaba pases y goles de otra galaxia.

En mi generación crecimos viendo a Diego Armando Maradona en México 1986 e Italia 1990; George Hagi y Roberto Baggio en USA 94; Zinedine Zidane en 1998; Ronaldinho con Brasil y Barcelona; a Francesco Totti con la Roma; Alessandro Del Piero con la Juve; al ‘Pibe’ Valderrama con Colombia. Todos cumplían con el perfil.

Hablando de la Selección Mexicana, lo han portado Luis García y sus goles maravillosos ante Irlanda en 1994; Tomás Boy en México 86 y, posiblemente, el último gran ídolo que ha usado el ‘10’ fue Cuauhtémoc Blanco en 2002 y Sudáfrica 2010.

Desde entonces, al menos en el Tri, el ‘10’ ya no se guarda con recelo, ya no está en la vitrina para los grandes. Hoy se ha entregado con tal ligereza que ya no importa quién lo porte, sino que se cumpla con el requisito de registro y asunto arreglado.

En la era de Gerardo Martino, Roberto Alvarado, Marco Fabián, José Juan Macías, Alexis Vega, Alan Pulido, Luis Montes y  Rodolfo Pizarro han utilizado el número 10 en partidos amistosos u oficiales entre 2018 y 2021.

Excluyendo de la lista a Luis Montes, quien ha sido uno de los mejores futbolistas de la Liga MX en el último lustro, ¿Qué credenciales tienen los antes mencionados para usar tan emblemático dorsal y referencia del alto nivel?

Llámenme puritano, pero no concibo la playera de la Selección Mexicana y el número ‘10’ con estos jugadores. Entiendo que estamos en un cambio generacional; sin embargo, antes te tenías que ganar el derecho para usarlo, era el reconocimiento a tu carrera, una insignia a tu profesionalismo. Hoy se ha prostituido y hasta el hijo del vecino puede usarlo.

 

Por Alfredo González

@AlfredoGL15