Sólo las rencillas sembradas por el grupo de Rafael Moreno Valle Rosas, en el Partido Acción Nacional, desde que salió de las filas del PRI, explican las grietas que se viven en Puebla, trazadas por la desconfianza y discordia.

Quien más las ha padecido ha sido un grupo de panistas militantes y liderazgos claramente identificados. La doña Ana Teresa Aranda, a quien marginaron hasta que advirtieron que su presencia era indispensable para apuntalar a Antonio Gali Fayad como el candidato a gobernador impuesto por el difunto.

Un acuerdo político de alcance notable la colocó de nueva cuenta en ruta de la militancia panista que tuvo ejercicios mutuos en medio de una relación tóxica entre quienes quemaban incienso al morenovallismo y el panismo ortodoxo.

Otro liderazgo que también padeció el afán pendenciero y vengativo del grupo que encabezó Moreno Valle fue Rafael Micalco Méndez, no obstante haber sido el organizador de la creación de comités municipales de Acción Nacional en medio centenar de municipios en Puebla en la última década del siglo XX.

A su salida de la dirigencia estatal del PAN, Micalco fue amagado con cárcel cuando un grupo de agentes ministeriales arribaron a las oficinas en la colonia Bugambilias, en 2017, por una trampa legaloide, para la que se prestó Jesús Giles Carmona.

El instrumento del morenovallismo que recién fracasó en su intento de ser edil de Santa Clara Ocoyucan fue dirigente del PAN, a la salida de Rafael Micalco, pero todo mundo sabe, se trataba de un dirigente de papel. En realidad las decisiones las tomaba la secretaria general del Comité Estatal, Martha Erika Alonso, esposa del gobernador.

Con más olfato y agudeza política, el panista -que también fue perseguido del morenovallismo- se autoexilió hasta regresar en calidad de diputado local por la vía plurinominal en la Legislatura que comenzará en septiembre próximo.

Al igual que otros actores de valía en el PAN, llegó a ser invitado a pasar a formar parte de la Cuarta Transformación en 2018, que decidió declinar por su propia convicción y congruencia con sus creencias políticas.

En esta nueva etapa de activismo, decidió levantar la mano para competir por la dirigencia panista que deberá ocurrir en octubre de este mismo año, a contra pelo de Genoveva Huerta Villegas, la actual presidenta que guarda para sí la intención que quedarse en el asiento de la presidencia por un periodo adicional.

La también legisladora federal ha intentado por todos los medios bloquear, ningunear y excluir a su correligionario, hasta el grado de convocarlo de último momento a reuniones de la bancada electa, y otras malas artes de la política que se traducen en una clara hostilidad.

No la tiene fácil, porque además va contra Marcos Castro, el candidato de Eduardo Rivera Pérez, el presidente municipal electo y el panista que mayor exposición alcanzó tras el triunfo del pasado 6 de junio.

Nada está perdido para Micalco Méndez, porque en la dirigencia nacional tienen claro que el relevo en Puebla es tan indispensable como la preservación de los equilibrios. No siempre se puede chiflar y aplaudir al mismo tiempo, dicen en la oficina de Marko Cortés.

 

@FerMaldonadoMX

parabolica.mx escribe Fernando Maldonado