Los juegos de Japón parecía que nunca llegarían hasta que apareció Naomi Osaka con una llama de esperanza.

Fueron 18 días, madrugadas prolongadas, desveladas interminables, jornadas extenuantes y victorias que quedaron en lo más alto del olimpo. Héroes que nos hicieron olvidar por un momento la pandemia como si nunca hubiera existido.

La Justa Veraniega en Japón nos regalóhistorias increíbles, de esas de 10 perfectos, de contagios superados, de campeones tejiendo la inclusión, de nuevas reinas de la pista con tintes de leyenda, de esas que te refuerzan la fe en la humanidad; también de esas que rompen hegemonías y toman nuevas estafetas; historias de valientes en una época en donde no se puede decir no; de dedicatorias al cielo y de medallistas de oro cuando apenas eran promesas.

Unos juegos en donde no solo bastó con competir. Era la invaluable oportunidad de renovar la fe en la humanidad y aterrizar los valores del olimpismo.

Unos juegos en los que el atleta le aplaudió al rival (mostrar gradas vacías), en donde las calles se convirtieron en la única sucursal permitida para hacerle reverencia al esfuerzo (mostrar público en marcha y maratón).

Gracias por las 4 preseas para nuestro país, pero aún más a quienes no claudicaron y que a pesar el nulo apoyo, se hicieron un lugar en el podio de honor con el cuarto lugar.

Hoy llegó el día de apagar la llama y afortunadamente no tendremos que esperar 4 años, nos veremos en la siguiente cita parisina en 2024, en una olimpiada recargada de energía, de sueños incalculables y de guiones perfectos para llevarlos al escenario del olimpo.

HASTA SIEMPRE, TOKIO 2020

Por Alfredo González 

@AlfredoGL15