Presidente municipal de Puebla entre 2011 y 20015, hasta que entregó la estafeta a Antonio Gali, el “delfín” de Rafael Moreno Valle, Eduardo Rivera Pérez vivió el peor acoso político de parte de quien había ocupado Casa Puebla de donde, ahora se sabe, se llevaron hasta las lámparas colgantes y por lo que hay detenidos e involucrados.

Rivera Pérez es ahora edil de nueva cuenta y será necesario que el desempeño como servidor público disuelva la imagen que en el espejo retrovisor queda de su interlocución con quien avasalló la vida interna en el PAN y del municipio de Puebla, el difunto Moreno Valle.

En el extenso documento que da cuenta de la existencia del partido fundado bajos los principios doctrinarios puestos en riesgo desde que se hizo del poder federal con Vicente Fox en 2000 y Felipe Calderón en 2006, el presidente municipal expone las razones por las que “no dio cara”, como juzgó la “doña” Ana Teresa Aranda, al gobernador de entonces y por lo que fue severamente juzgado.

“No fue una relación fácil con el gobernador (Rafael Moreno Valle) y nunca lo negué (…) Si bien sobraron ganas y razones para la confrontación, puedo decir que no lo hice porque decidí privilegiar algo que a mí me parecía muy importante que es la ciudad”, dice el ahora presidente municipal en el documento en las manos del autor de la columna.

Incluso va más allá: “a mí no me pusieron para hacer el mejor pleito de mi vida, a mí no me pusieron ahí para ver quien podía más, si el gobernador o el escalde;, a mí me pusieron para para gobernar y para buscar bienes públicos para la sociedad”.

Y como el resto de los ex dirigentes, a los que no fue invitada Genoveva Huerta, ex lideresa y la última de las beneficiarias del morenovallismo a través de Eukid Castañón, el ejecutor de la política de represión de la época, no existe una buena opinión del difunto a quien este viernes, un reducido grupo quemará incienso por el tercer aniversario del accidente que costó la vida junto con su esposa, Martha Erika Alonso Hidalgo.

La metáfora que utiliza en la entrevista que concedió ilustra como pocas, la conducta que acompañó al difunto Moreno Valle desde su llegada al partido que lo cobijó tras dar un portazo al Revolucionario Institucional, la franquicia de la que había abrevado toda su familia.

“… se presentó buena onda, lo invitas a tu casa para tomar un buen café, tú cumples con la buena intención de compartir ese momento con esta persona (Moreno Valle) en tu casa (el PAN) y en un descuido se lleva el cenicero que está sobre la mesa (…) lo mismo llega a pasar en política, invitas a unos y se terminan llevando hasta la cocina”.

En la vida pública Rafael Moreno Valle dejó una huella profunda de desprecio dada su pro lívida de a la humillación personal; el clasista evidente frente a quienes no pertenecían condición de clase y su persistente idea de rodearse de lacayos, más que aliados.

Eduardo Rivera, que en la interna panista terminó por vencer el último reducto de esa expresión del panismo pragmático y corrompido, lo entendió: “nos ha dejado una clara enseñanza, no volver a invitar a la misma persona a tu casa”.

 

@FerMaldonadoMX

parabolica.mx escribe Fernando Maldonado 

 

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