Si de algo se quejó la gente en 2018, al acudir a las urnas a ejercer su voto, fue del que muchos columnistas y conocedores de la cosa pública llaman el “político profesional”.

Y no me refiero al político que con conocimientos técnicos y otras virtudes llega a un puesto a intentar transformar agendas públicas, renovarlas o acotarlas, sino al político que sobrevive con los modos viejos de hacer política.

Su sello son los acuerdos oscuros, las movidas por debajo del agua, los amagues y gambetas, confunde y pacta en contra, incluso, de lo que juró defender. Hace cochupos, defiende a sus propios impresentables y vela por sus intereses por encima de los del partido, el estado o la patria.

Actualmente, muchos de estos políticos lograron instalarse en Morena, el movimiento que devino en partido y que sigue los designios del presidente Andrés Manuel López Obrador; algunos de ellos son líderes de bancada o tienen aspiraciones presidenciales.

Ricardo Monreal es el único de los presidenciables que no se aprecia en el ánimo del mandatario. Es el único que, al mismo tiempo, tiene una cercanía estrecha con el presidente, sus desayunos cada vez menos cotidianos, y que no es nombrado a la primera entre los destapados para el 2024.

En el Senado de la República, poco y nada. Se le extravían senadores, se cambian de partido, no consigue las mayorías, negocia lo que puede y lo que no lo deja para el olvido.

Sus ligas con Sandra Cuevas, a quien defendió por encima del clasismo de sus políticas públicas; los favores a Manuel Velazco, con quien cometió el primer gran pecado de la era senatorial morenista; la cercanía casi sumisa que le profesa Dante Delgado, mientras Movimiento Ciudadano se convierte en un ala obtusa de la oposición; y lo contradictorio del discurso que viene enarbolando en contra del partido, sus idearios, sus políticas, sus dirigentes y, sobre todo, sus contrincantes por la carrera presidencial, instalan dudas a todas luces.

Un día amaga con irse del partido que presume fundó junto al presidente, al día siguiente es pez en el agua y dice que jamás lo abandonará.

Viejo lobo de mar, Monreal se mueve y se promueve, entre inconvenientes y no, pero quiere aparecer en mediciones y codearse con los populares y consentidos.

Sus testaferros se movilizan en varios estados del país y por donde pasan dejan dudas y siembran enconos. Se confronta con gobernadores en funciones, como en Veracruz y como lo hizo en Puebla; luego defiende a opositores acusados de delitos graves y presiona para liberarlos; promueve a sus aliados para gubernaturas, diputaciones y el Senado, mientras maneja el coto de poder que le da ser jefe de bancada con supuesta predilección para colocar temas en la agenda presidencial.

Monreal es el morenista enmascarado, el que hacer dudar a militantes y observadores. También es el que la oposición ve con mejores ojos y ahí será ciego el que no lo quiera ver.

 

@Olmosarcos_