El diputado del Partido Acción Nacional, Rafael Micalco Méndez, está por perder una batalla que él mismo decidió comenzar, con su cruzada por tipificar en el ámbito penal los delitos de difamación y calumnia.

Legislador federal, exdirigente partidista y hasta representante de la Fundación Rafael Preciado AC en el capítulo Puebla, una extensión intelectual del partido conservador, obvió una máxima de la política: escogió una batalla perdida.

Movido por la entraña y un falso afán justiciero, emprendió una batalla personal que decidió litigar desde su condición de diputado al Congreso y figura pública que se le deberá reprochar con firmeza, porque decidió pelear un caso en el que es juez y parte.

Su propuesta para llevar a la cárcel a quien, según el criterio de barandilla, haya difamado u ofendido está destinada a ser rechazada cuando en el orden del día se llegue al punto número 10, destinado para esa propuesta.

No por consigna, como ha sugerido, sino por el sentido común, la mayoría de los legisladores este jueves van a votar contra su iniciativa de decreto para adicionar el capítulo XVII del Código Penal del Estado.

En sus alegatos, el exdirigente panista ha dicho que no se trata de criminalizar el trabajo de los medios, de sus trabajadores o de sus directivos, pero la dedicatoria, según la evidencia de las últimas semanas, es la misma.

Esa misma lectura tienen sus compañeras y compañeros de Legislatura. Por razonamiento lógico o por un mayor contexto de las consecuencias de la iniciativa de Micalco, está encaminada al fracaso.

Hay casos emblemáticos en este país que deben formar parte del aprendizaje de la clase política.

El encarcelamiento de Jesús Lemus en un penal federal, aprehendido por Genaro García Luna y apresado en el sexenio de Felipe Calderón por el hecho de que el periodista michoacano documentó vínculos entre Cocoa Calderón, hermana del expresidente, con Servando Gómez Martínez “La Tuta”, líder criminal en aquellos años.

Tan elemental es la visión del diputado en Puebla de lo que sucede desde la trinchera de los medios, que a través de sus redes reprochó al autor de la Parabólica haber colocado su “Carta Aclaratoria” en la sección El Sótano.

Desde que comenzó a publicarse esta columna en el año 2000, El Sótano es un espacio en el que se añaden temas que no forman parte del análisis general, pero que lejos de demeritar, alimenta el debate público.

Parabólica es un símil del nombre del espacio que cada mes publicó Carlos Castillo Peraza en la revista Nexos, hasta el día de su deceso en septiembre de ese año, pero el furibundo redactor de misivas para increpar lo publicado, ignora.

No sólo exhibe desconocimiento, sino arrogancia, un síntoma generalizado entre la clase política. De eso no debe llamarse ofendido, pues esa misma circunstancia abunda en el mundillo en el que deambula.

La autorregulación de los limitantes que se deben tener en los medios, en todo caso, debería ser de la academia, de los estudiosos de los medios y de los periodistas. Lo demás sigue teniendo tufo a desquite.

 

@FerMaldonadoMX