Era el año 2010. Un furioso Javier López Zavala encaraba a un subalterno en la Secretaría de Desarrollo Social. El ahora acusado de ser autor intelectual del feminicidio de la activista Cecilia Monzón se encaminaba a ser candidato del PRI a gobernador con el apoyo de Mario Marín Torres y fiel a su forma de ser, no podía admitir que en su entorno existiesen dudas.

El pecado de ese interlocutor de Zavala en el lejano 2010 era haber apoyado tímidamente en sus aspiraciones para ser candidato a gobernador a Alejandro Armenta Mier, por aquellos días director del DIF y más tarde presidente del partido político tricolor.

Armenta se disciplinó porque la cultura de la línea que prevalece en el PRI se impuso. Perdió la oportunidad de competir por la gubernatura. Aún existen priistas de la época que sugieren otra que la historia se habría escrito de otra manera de haber sido el nominado, pero es improbable.

López Zavala se hizo de la candidatura, sin fortuna, y perdió frente al difunto Rafael Moreno Valle Rosas, otro expriista que compitió por el Partido Acción Nacional y desde entonces el ex poderoso tricolor no ha visto la suya, echado del poder público.

Traer al presente ese trozo de pasado es preciso porque el tiempo se agota para ese añejo aspirante a competir por la titularidad del poder Ejecutivo. El reloj biológico, circunstancia y contexto son otros, pero igualmente contradictorios.

El tren se le va al senador Armenta Mier. En 2010 hizo un pálido intento por competir pero no se le permitió. En 2019 volvió a hacer el intento con mayor decisión, pero tampoco le alcanzó porque la nominación estaba decidida.

Miguel Barbosa, en ese entonces se había bajado de la interna y vuelto a subir porque hubo señales confusas que de a poco, se aclararon. Terminó como candidato y ahora ocupa Casa Aguayo desde el 1 de agosto de 2019, con el propósito de quitar la fatuidad al poder público.

Cuando esta mañana escuchó al hombre que lo venció en esa férrea interna en Morena en 2019 abrir el juego de la sucesión, volvió a la carga con sus aspiraciones que ha acariciado desde ese lejano 2010, y que refrendó en 2019.

Es probable que a estas alturas de su carrera política se haya percatado que el único boleto para competir en 2024 no está aún en sus manos por errores cometidos recientemente y que han sido públicos y notorios.

Los vínculos que tiene con gente non grata en Morena, en el espectro de la izquierda mexicana, o el círculo del propio gobernador, la innecesaria y folclórica cabalgata con con el clan de los Morales, padre e hijo, beneficiarios de los regímenes que estuvieron el poder bajo las siglas del PRI y PAN, lo colocan en una condición intransitable.

Armenta Mier sabe que la única posibilidad de ser habilitado para ser candidato por Morena depende de un sólo factor interno. La opinión de Barbosa en el futuro cercano será determinante para librar el veto por su errática conducta. Y el tiempo de acaba.

 

@FerMaldonadoMX