Con mucho sigilo, pero aparentemente ya con todo dispuesto, el morenista Alejandro Armenta espera el fin de mes para que, al arranque del periodo ordinario de sesiones del Congreso de la Unión, asuma la Presidencia del Senado de la República y se convierta en el segundo poblano en ese alto cargo que representa un enorme honor, pero también una descomunal responsabilidad.

El primero y único poblano, hasta ahora, en encabezar la Mesa Directiva de la Cámara Alta ha sido el hoy gobernador Miguel Barbosa Huerta, además como opositor y con muchos temas de enfrentamiento y debate, en esa etapa del peñismo, con el Ejecutivo federal, entre el 1 de septiembre de 2014 y el 31 de agosto de 2015.

La ruta de Barbosa a la gubernatura poblana pasó, inexorablemente y con acierto, por la Presidencia del Senado, y su labor fue reconocida por todos los coordinadores de los grupos parlamentarios. Se pueden consultar esas expresiones en el Diario de los Debates.

En los últimos días, Armenta ha encontrado en el silencio la manera de eludir la confirmación de su llegada al cargo. Evita responder, su equipo también.

El disgusto público, cargado de denuestos, del otro aspirante a ese cargo, el zacatecano José Narro Céspedes, contra el coordinador morenista, Ricardo Monreal Ávila -como adelantó y analizó en su columna hace unos días el periodista Fernando Maldonado-, dan la certeza de que Armenta ha sido el elegido.

Que el poblano vaya a ser el presidente de la Cámara Alta tiene muchos significados. Nada es en automático y deberá cumplir con puntualidad, talento e imparcialidad -porque se representa a todo el Senado y no solamente a una fracción- para mirar luego a un horizonte hacia 2024.

Lo que es indiscutible es que rebasa a todos en esa carrera. Se trata de un cargo en el que el presidente de la República define, más allá de las selfies que tanto presumen otros, más allá de los chilitos en nogada y de las simulaciones.

Andrés Manuel López Obrador define y los 60 senadores y senadoras del Grupo Parlamentario de Morena votan, primero internamente, y luego el 30 o 31 de agosto, se realizará la votación plenaria por cédula de los 128 integrantes de todas las fracciones.

Con esto, quedará muy rebasado el coordinador de los diputados federales de Morena, Moisés Ignacio Mier Velazco, con todo y que seguirá en el cargo rogadamente, porque así operó Mario Martín Delgado, el presidente del Comité Ejecutivo Nacional (CEN), para que no fuera destituido.

El de Tecamachalco ha tenido, como única divisa, su encargo en la esfera federal. Ninguna cualidad personal, sólo el membrete que porta.

Moisés será, porque las normas y los acuerdos así lo establecen, el presidente de la Junta de Coordinación Política (Jucopo) el próximo año legislativo, pero no por talento o capacidad.

Por cierto, en la entrevista que le hicieron cuatro medios al secretario de Gobernación, Adán Augusto López Hernández, se refirió repetidamente a la “amistad” con Moisés, pero nunca lo ponderó por sus triunfos o capacidades. Es que no hay. Ni sus amanuenses las ven. Lo suyo es el cuatismo.

Otro cantar es con Alejandro Armenta, su primo, el niño huérfano, despreciado por la familia Mier, quien logró superarse; mientras el otro, ya hombre maduro, tenía que vivir en el traspatio de la casa paterna, en la colonia San Manuel.

Qué historia. Un día habrá que escribirla a detalle.

 

@Alvaro_Rmz_V