La consistencia política de Claudia Rivera Vivanco, la expresidenta municipal de la capital, es exactamente proporcional al cúmulo de imágenes que se albergan en la web como evidencia gráfica y que marcó el inicio de la ruptura con la cúpula del partido que la llevó a la candidatura en 2018, y luego el poder.

La decadencia política de Rivera Vivanco, un cuadro del movimiento del presidente Andrés Manuel López Obrador, pasa inadvertida o se ve de soslayo ante los ojos de esta mujer, permanentemente autovictimizada, sobre todo cada que sufre un tropiezo público, producto de la impericia que ya la distingue.

Fue a buscar al presidente del Senado, Alejandro Armenta, para entregar un documento que, según su propia visión, abonaría a la discusión del llamado Plan B del partido en el poder que busca reformar el entramado jurídico en materia electoral, para el que ya se preparan sendos recursos en la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

“Estoy muy contenta de que me haya recibido mi compañero, mi amigo, el presidente de la Mesa (sic) del Senado, Alejandro Armenta, y sobre todo mucho más agradecida y contenta de que pueda hacer suya una propuesta que traigo de iniciativa de ley que permitirá contribuir en el fortalecimiento de esta reforma electoral que se está poniendo a discusión y que sin lugar a duda tiene que considerar la representación equitativa y justa de la participación de los derechos políticos de las mujeres”, dijo dueña siempre de esa línea discursiva que dice nada.

De Armenta, la acomodaticia morenista había dicho el 30 de enero -dos semanas atrás- que estaba detrás de la determinación del Tribunal Electoral del Estado que la encontró culpable de violencia política de género en contra de Yasmín Flores Hernández, su excoordinadora Ejecutiva en la comuna capitalina.

“Espero que el senador Armenta no esté detrás de este proceso, sí sé que es su conocida de él (Idamis Pastor Betancourt, magistrada del TEE), creo que las instituciones deben de servir a la ciudadanía (sic)”, dijo ese 30 de enero a unas horas de conocer que su nombre será colocado en el Catálogo de Violentadores de Derechos de las Mujeres.

La inopia le impide advertir que la reiteración de su conducta errática la coloca como una falsaria que utiliza a conveniencia el discurso en la defensa del género. El lunes volvió a la carga con un cúmulo de insultos y denigraciones que la colocan de cuerpo entero en el proscenio.

A su excolaboradora en el municipio capitalino dijo: “hay gente que está dispuesta a vender su dignidad con tal de tener unos minutos de fama (…) está dispuesta a vender su alma al diablo y esas son prácticas de algunos intereses particulares que quieren estar afectando la imagen de Morena”.

Menos mal que aquel 30 de enero, el presidente del Senado y anfitrión de la morenista lenguaraz ofreció en buena lid a sus abogados en materia electoral para responder desde el plano jurídico el fallo que la encontró responsable de violencia política de género, por lo que deberá disculparse públicamente, reparar del daño y ser incluida en ese catálogo de ignominia que señala, como con letra escarlata, a quienes denigran a las mujeres.

 

@FerMaldonadoMX