El recién fallecido Miguel Barbosa se planteó tomar decisiones en materia de política pública que estuvieron lejos de la búsqueda del aplauso o la rentabilidad electoral por razones diversas, de entre ellas, la voluntad de hacer lo que según su criterio fue lo mejor para Puebla y su sociedad.

Por esa razón, no le tembló la mano a la hora de rediseñar el programa de verificación vehicular, impopular pero indispensable para propiciar sanear el aire que millones de habitantes respiran cada uno de los 365 días del año.

La implementación de ese programa alentó oportunismo y simulación para que los grupos de presión salieran de las catacumbas a donde fueron enviados por la voluntad de un gobierno que decidió avanzar, pese a los intereses manifiestos.

Por décadas, es sabido, Antorcha Campesina ha lucrado con la pobreza y se ha beneficiado del clientelismo aceitado con millones de pesos de gobiernos del PRI y del PAN, sin distingo alguno.

Con la llegada del gobierno de Miguel Barbosa y el de Andrés Manuel López Obrador, toparon con pared porque la llave del dinero público se cerró, lo que evitó que la familia Córdova Morán continuara con esa perversa forma de manipulación de las masas con las que se presionaba con marchas y plantones a gobernadores reticentes a prestarse a esos métodos.

Algo similar sucede con un reducto pequeño en zonas rurales de la mancha urbana de la zona metropolitana, con la cada vez más desprestigiada Roxana Luna Porquillo, de quien todos se deslindaron después del choque que propició entre productores de hortalizas y policías a las afueras de Casa Aguayo.

No había vuelto a aparecer en escena durante el periodo en el que Barbosa se mantuvo al frente del gobierno, que terminó de manera abrupta el 13 de diciembre pasado por un padecimiento cardiaco.

Sin su presencia, estos dos grupos decidieron regresar a cobrar viajes facturas a la administración que conduce Sergio Salomón Céspedes Peregrina, un político que llegó de su natal Tepeaca para continuar con el trabajo del oriundo de Zinacatepec.

Con un estilo menos frontal, Céspedes Peregrina cerró el mes de enero con enormes presiones políticas en diversos frentes, principalmente por quienes asumieron como bandera la oposición al programa de verificación vehicular.

En paralelo existe una clase media mustia y convenenciera que por debajo de la mesa critica este esquema ambiental, el cual busca reducir índices contaminantes que hace irrespirable el aire hasta en 170 días de cada año para los habitantes de la zona conurbada a la capital.

Muchos de los protestantes de ocasión -antorchos, los Luna Porquillo y los abajo firmantes de hoy- quedaron en silencio cuando el programa de verificación fue entregado por el gobierno del fallecido Rafael Moreno Valle a un grupo empresarial que tenía relación familia con Cabalán Maccari Álvaro.

Sometidos o sumisos, muchos de los factores de poder y opinión se tuvieron que guardar su dignidad y las causas sociales que ahora abrazan, cuando hasta por 26 horas debieron esperar a verificar automóviles.

Los falsos redentores se quedaron callados, pero ahora buscan el reflector y reconocimiento al tiempo de tensar la cuerda para probar la voluntad de diálogo de un Céspedes Peregrina que, ya advirtió, no habrá marcha atrás.

 

@FerMaldonadoMX