En apenas dos meses de este 2023, la clase política ha exhibido el bajo nivel para el debate público. No sólo se ha concentrado en detalles mínimos, que ponen de manifiesto no solo la corta visión, sino el egocentrismo exacerbado en un contexto amplio lleno de desafíos y retos que rebasan con mucho la frontera que divide al centro del país con el territorio poblano, a partir de los volcanes.
Aún median 15 meses para el proceso electoral de 2024 y ya la incorporación de impresentables está en todos los equipos que se han asumido como protagonistas de un contienda sin cuartel, lo que desnuda, además, una retórica poco elocuente de parte de quienes con mayor denuedo buscan ser elegidos candidatos por el partido en el poder: Ignacio Mier y Alejandro Armenta.
En menos de tres días, uno y otro han dicho que no habrá choque de trenes, lo que notoriamente resulta falaz. La evidencia muestra que en la pelea por el poder estarán dispuestos a destacarse –para utilizar un término recurrente en ese partido político-.
Mientras en la aldea discuten aún sobre la hipotética incorporación al Movimiento de Regeneración Nacional de un gatopardista como Antonio Gali Fayad, convertido en instrumento político del que se sirvió Rafael Moreno Valle Rosas para perpetuar su poder más allá del mandato constitucional en 2017, los riesgos están en todas las trincheras políticas.
La purulenta política panista explica el por qué aún pelean por un perfil como el del exgobernador, que permitió todo tipo de rapacería con los recursos públicos a cargo de un grupo de colaboradores y funcionarios que aprovecharon cargo y poder que envilecer el servicio público.
No es el único, pero ilustra: el desastre en el que se convirtió la intervención de una de las avenidas más bellas y emblemáticas de la capital poblana, como la avenida Juárez, a cargo de los hijos del exmandatario y un grupo de mercaderes de favores políticos.
La mala memoria suele dispensar presencias indeseables, como Fernando Manzanilla Prieto en el equipo político de Ignacio Mier Velazco, el coordinador de los diputados federales de Morena, a quien un grupo amplio de beneficiarios de la política quema incienso.
Manzanilla Prieto, todos lo saben, fue autor de múltiples atropellos políticos que perfilan a un hombre sin escrúpulos dispuesto a las malas artes cuando ha tenido acceso al poder, como sucedió en el periodo en el que se mantuvo en el gobierno de su excuñado, el difunto Rafael Moreno Valle Rosas.
Para nadie es desconocido que el operador estrella del legislador plurinominal rompió con la parentela política cuando le cerraron la puerta para ser candidato a la presidencia municipal por el Partido Acción Nacional, lo que contrasta con su coartada, publicada recientemente en e-consulta, para justificar su incorporación a la escena.
En el otro frente, con Alejandro Armenta, presidente del Senado, ha salido del clóset otro morenovallista que fue prácticamente de todo: Mario Rincón González, orgulloso candidato del PAN a una diputación.
Como Manzanilla, Rincón también hizo lo indecible para perpetuar ese grupo político que en Acción Nacional le abrieron la puerta para vivir los excesos que, con solvencia, se han documentado en los últimos años. Nada tan reprochable como la flaca memoria, la pequeñez de criterio y el oportunismo que refleja la pobreza de la clase política local.
parabolica.mx
Fernando Maldonado