La publicidad electoral contamina nuestras calles. Aunque a primera vista es un acto ilegal, la realidad es que se hacen uso de toda clase de eufemismos y plataformas apócrifas para difundir la imagen de un actor político sin violentar el marco legal, es decir, se navega con alta pericia en las olas de las lagunas legales del marco jurídico mexicano.

Bien puede ser la promoción de un libro, la portada de una revista, o incluso hasta programas de radio o  podcast rositas y descafeinados para Spotify.

Esto no es una normalidad política, sino una de las tantas simulaciones del sistema político mexicano en donde quienes tienen acceso al poder encuentran la forma de torcer la Ley para sus propios intereses.

La tendencia a contaminar el espacio público inició con la sucesión presidencial, adelantadísima por cierto, y después se replicó en la sucesión por las nueve gubernaturas.

Hay, sin embargo, un eco extraño en los procesos locales, particularmente en los que respecta a las presidencias municipales y diputaciones, ya que, a diferencia de los grandes capitales que hay detrás de los aspirantes a la Presidencia de la República o de la Gubernatura, los dirigentes locales o regionales cuentan solo con ingenio y creatividad para promocionarse entre el bombardeo publicitario de los grandes tiburones.

En ese sentido, la lucha por el reconocimiento de la sociedad para lograr una candidatura según sea el caso para diputado local, federal o primer regidor de algún Ayuntamiento (presidente o presidenta municipal), es en síntesis, una competencia de dinero, que solo se puede subsidiar con solvencia moral y mucha creatividad e ingenio.

Ante este escenario hay que hacer un atento llamado a la sociedad. Ya que un actor que aspira a una posición local como una presidencia municipal y se promociona con cientos de espectaculares, miles de bardas y lonas, comerciales de radio, grandes desayunos, comidas y cenas, muy probablemente gaste hasta más de 10 millones de pesos al mes, dinero que es mal habido o proveniente de un financiamiento, por decir lo menos tenebroso, o ¿cómo se explica que un aspirante local tenga la misma exposición que una aspirante a la Presidencia de la República o a la Gubernatura de Puebla?