24 Horas Puebla

Le han llamado La Silla Maldita, porque cambia a cada uno de los que se sientan ahí. Muy escasos son los que se marean poco; la mayor parte de los que asumen todo el poder a nivel federal y estatal se transforman de manera absoluta, no podría ser de otra manera, cambian, se vuelven desconfiados, solitarios, piensan que llegaron ahí por ellos mismos y por lo tanto rompen con quien los impuso, la transformación es paulatina, pero ocurre.

Los sucesores les dan la espalda a los sucedidos, porque cuando se asume el poder no se comparte, se ejerce. La mayor parte de los sucedidos piensan que gobernarán no una generación (sexenio) sino hasta dos o tres. Mario Marín fue el ejemplo de ello, cuando supuso al inicio de su gobierno que impondría a López Zavala y prepararía el espacio para que su junior llegara a esa posición.

Ahora que con Morena hemos regresado al presidencialismo, prácticamente, metaconstitucional, la sucesión de López Obrador a Claudia Sheinbaum se dio desde un tinte eminentemente político —no democrático— y se espera que en las nueve gubernaturas en juego ocurra lo mismo.

La (cuarta) transformación consiste en que se cambió el uso del “dedo” por el bastón de mando, es decir, ya no es un “dedazo” sino “bastonazo”.

Hay quien asegura que la imposición de los candidatos (candidatas o candidates) a gobernadores será desde Palacio Nacional y que la exjefa de la Ciudad de México sólo tendrá derecho de vetar a uno, en cada entidad federativa. Ella podrá tener sus filias y fobias, pero no serán las que definan, necesariamente, la elección de 2024.

Ahora bien, de todos los que se han mencionado que quieren ser los abanderados de Morena para el 2024, en Puebla ¿quiénes respetarán a los que actualmente gobiernan? ¿Quiénes cumplirán con respetar acuerdos y evitarán abrir cualquier tipo de carpetas de investigación? ¿Quiénes se enfocarán en gobernar y no responsabilizar al pasado?

No hay que olvidar que esa pinche silla está maldita y quien se siente ahí creará un grupo político que perderá el poder hasta el 2030-31, cuando venga el nuevo proceso electoral y se definan las nuevas reglas del juego.

Por eso se ha tensado tanto este juego a nivel estatal desde que vivía Miguel Barbosa, porque los que gobiernan deben asegurarse de que se les cuide y se les respete. Uno de los grandes errores de los que dejan el poder es que si bien, gobernador no pone gobernador, al menos deben dejar posiciones legislativas para que custodien bien la espalda para el año más importante de gobierno: el séptimo.

Por eso, es tan importante la Auditoría Superior del estado y dejar una persona a fin al gobernante en funciones que se irá, porque la revisión de la cuenta pública pasará por ese filtro y debe, quien es sucedido, vigilar que no le falte un cero o un punto a cada transferencia hecha para cualquier tipo de obra o servicio.

Es el séptimo año de gobierno para los presidentes y gobernadores y el cuarto para los presidentes municipales, que no se reeligen, porque inicia una cosa llamada “la feria de las traiciones”.

Por eso la pregunta, nuevamente, ¿quién asegura que la transición sea de terciopelo?, ¿quién traicionará?, ¿quién olvidará?, ¿quién respetará?

Una habilidad que ha tenido el actual gobernador es que sacó las manos del proceso y ha sido muy transparente en cuanto a no bloquear a ninguno de los contendientes, porque al menos, quien salga electo no lo deberá atacar.

El piso está parejo.

No obstante, no hay que olvidar que esa silla está maldita. No hay manera de conocer a una persona hasta que llega al poder, mientras tanto, todo es miel sobre hojuelas. Cuando se asuma el poder, en diciembre de 2024, terminará, entonces, La primavera en Praga.